Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





Archives:





E-Mail Me

Wednesday, April 09, 2008

 
Lo que se discute es el modelo y el poder

Por Alfredo Jorge Carazo

En la Argentina, en Bolivia y en otros países latinoamericanos está en juego el modelo de país y el poder que encarnará las transformaciones de pueblos irredentos. Los lock out planteados desde el
campo y algunas empresas agroindustriales dan cuenta que el modelo neoliberal de libre mercado no ha sido derrotado ni mucho menos.


Aunque nos neguemos a cierto simplismo, es indudable que en política todo parece tener que ver con todo. La Argentina no ha salido todavía de una crisis provocada por el lock out de los agricultores y no se trata de un conflicto casual o secundario. Conflictos hay en la democracia y hasta es bueno que los haya, no porque desnuden intereses sectoriales, sino porque importa al sistema el resolverlos para avanzar en el camino de las transformaciones.

Sin embargo, hay sectores de la sociedad, que ancestralmente han condicionado gobiernos, gobernantes, sistemas, modelos económicos y hasta el estilo de vida de nuestros pueblos, como que han inclinado la balanza a diestra de intereses coloniales, imperialistas y cipayos. La historia los delata a poco que se tenga memoria. Y al igual que ocurre con otras corporaciones, no se han globalizado ahora o en el momento en que el término y su concepción terminaron siendo el emergente de la época. Hace mucho que se consignaron, en no pocos casos aliados a las corporaciones transnacionales. Un rasgo los distingue, nunca se ubicaron en el campo nacional y popular.

En países latinoamericanos con sistemas políticos débiles, en yunta con los multimedios de la comunicación –que dista bastante de ser social- han ejercido la violencia apoyando golpes de Estado y han subrogado la voluntad popular, ungiendo y deponiendo presidentes, tumbando o imponiendo ministros, lo que más conviniera a sus negocios.

En la Argentina de no hace mucho, para la memoria histórica, fueron los sectores más concentrados agrícolas-ganaderos, a los que se sumó luego la agroindustria, los que hicieron de la Sociedad Rural, “el templo del poder” de hecho, incluyendo galera, bastón y carruajes de época encharcados en las pistas donde los peones de campo –esos que fueron amparados por el Estatuto del Peón de Campo en época de Juan Domingo Perón- pasean el producto de las pampas argentinas. Se arrogan erróneamente además, la mayor contribución del sector en el Producto Bruto Interno y han terminado señalando que los argentinos “somos todos campo”. Quienes siempre criticaron los piquetes de los pobres pidiendo mayor distribución de la riqueza, salieron a las rutas, como lo señalara la presidenta, Cristina Fernández, corporizando los “piquetes de la abundancia”.

Podría pensarse que los cambios que se vienen produciendo en el país desde hace más de cuatro años, son de tal manera incómodos que empujan a estas acciones de fuerte presión. Sin embargo no se trata de algo tan superficial. Los cambios avanzan y lo que se comienza a poner sobre la mesa de las discusiones es el modelo de país en que quieren vivir los pueblos. Y consecuentemente el cómo, para identificar los fines y los medios. De ello depende la distribución y la redistribución del ingreso, pero sobre todo, en manos de quién va a estar el poder. Porque de eso se trata, si el poder vuelve al pueblo, al que se le confisco durante épocas, o como se pretende es sólo una cosmética para que nada toque a los factores de poder antinacionales.

En Bolivia, que ha vivido en los últimos dos años cambios inimaginables cuando el poder estaba en manos de los conservadores y saqueadores del país, también hay una suerte de lock out patronal. Y como todo tiene que ver con todo en política, se emparenta con los movimientos autonómicos, habida cuenta que el 4 de mayo Santa Cruz de la Sierra pretende llevar adelante un referendo ilegal. Este verdadero alzamiento, negativo a todo diálogo convocado por el presidente Evo Morales, es acompañado por piquetes en las fronteras y en las aduanas, en rechazo de la prohibición de exportar aceite, impuesta como una forma de estabilizar los precios internos que son los que impactan a la mayoría de los bolivianos.

Curiosamente –o no tanto- quien encabeza la actitud hostil de los aceiteros es un empresario santacruceño líder de la industria. Algún despistado que suponga que los nuevos vientos políticos desterraron la discusión sobre el libre mercado, podrá darse cuenta con algunos ejemplos en casi todos los países latinoamericanos, que están dispuestos a aceptar ciertas reglas de juego de la democracia, pero sin arriar las banderas neoliberales. Tienen en general una sola y unívoca mirada sobre la democracia.

En la rica Santa Cruz de la Sierra, que encabeza la no menos rica “medialuna” boliviana, hay grandes plantaciones de soja, como ocurre en otros países de la región. Los agricultores la venden a las acopiadoras aceiteras que hacen su pingüe negocio exportando el nuevo producto a precios internacionales, que pretenden aplicar al mercado interno. No se trata de muchas empresas aceiteras, apenas tres o cuatro monopolizan la producción y comercialización del producto y a ellas tributan lógicamente los pequeños y medianos agricultores que no siempre se dan cuenta que están siendo explotados. Apenas el 15 por ciento de la producción total se comercializa en Bolivia, país en el que la mayoría de los trabajadores ganan sueldos muy bajos y están sometidos a una extrema vulnerabilidad familiar.

En este entramado, obviamente hay ganadores y perdedores y sólo un Estado activo y presente puede equilibrar los tantos. Porque las cadenas empresarias del monocultivo utilizan a esos pequeños y medianos productores como punta de lanza, sabiendo que ellos sí tienen demandas legítimas. Y no dudan tampoco en utilizar a los trabajadores de sus empresas, con la amenaza de la pérdida de la fuente de trabajo, bajo el argumento de que la mejor política es liberar el mercado y permitirles hacer negocios a su antojo.

Bolivia sigue en crisis institucional porque las corporaciones nacionales y transnacionales han sabido alinear a partidos y dirigentes políticos de derecha que se niegan acérrimamente a cualquier cambio que permita la liberación popular. El reciente cónclave de los líderes de la derecha latinoamericana, junto al español José María Aznar, en la ciudad argentina de Rosario, dio cuenta de ello. No fue un alegato contra un supuesto “populismo de izquierda”. En todo caso, se mostraron para decirle a la región que no todo está perdido, aunque los tanques y las charreteras ahora no acompañen aventuras golpistas. Con un “golpe de mercado” se cambian las formas pero no el fondo.

6 de abril de 2008

posted by Alfredo Jorge at 4:39 PM

 

Powered By Blogger TM