Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Monday, August 15, 2005

 
HAY QUE ANIMARSE A PONERLE
UNA BISAGRA AL PAIS

Por ALFREDO CARAZO

A lo mejor resulta posible que encaremos el desafío de ponerle la bisagra a la historia del país. Por ahí se reacciona positivamente y damos una vuelta de página como lo viene impulsando el presidente Néstor Kirchner. Se dice que estamos hartos de más de lo mismo. Y es verdad, aunque ningún salto debe darse en el vacío. No hay un corte abrupto en el devenir històrico de los pueblos, por lo que la construcción de lo nuevo siempre tiene algo de lo viejo. Es lo que cuesta más asimilar. Pero el cambio resulta inevitable.
No supone esto que el 24 de octubre todo vaya a cambiar. Puede ser un principio en el camino de una transformación que apunte más allá de los parámetros sobresalientes de la macroeconomía. O se produce una verdadera revolución en las estructuras políticas y sociales del país o podemos ingresar a una nueva frustración que terminará siendo ganancia para los pescadores del orden injusto. Y no hay que temerle a las palabras ni a su contenido, porque sin cambio no se crece, se anestesia todo protagonismo popular .
El peronismo revolucionó desde sus orígenes y por eso generó reacciones. Cruentas reacciones, cuando se dieron cuenta del apoyo popular al que hasta ahora tildan de populismo. No alcanzó la política que tuvo rasgos gorilas a diestra y siniestra y que en la historia todavía fresca, revela simpatías hacia el autoritarismo. La transformación inconclusa del país truncó un modelo de justicia social diseñado para las mayorías. Nunca nadie fue capaz de superar ese tiempo y nada se puede abrir sin que se cierre en la realidad lo que quedo truncado por los intereses cipayos.
Ponerle una bisagra a la historia supone pensar y discutir en serio un nuevo modelo de país. Importa democratizar las instituciones republicanas desde adentro, la política, la economía, la cultura y poner en práctica una concepción de derechos humanos que privilegie lo colectivo por sobre las individualidades, que haga del trabajo humano el centro del desarrollo sostenido y sustentable. Tenemos que ser capaces de revertir desde la raíz un modelo neoliberal que condujo al país a la decadencia y arrojó a millones de argentinos a la vera de un camino ignominioso. No es una tarea para una sola persona ni para unos pocos. Es del conjunto de la sociedad, si es que se quiere cambiar. Si la mayoría se resiste al cambio y no lo protagoniza seguramente habremos perdido una oportunidad histórica. No se le estará dando la espalda al presidente, sino que se retrasará un cambio que no puede ni debe demorarse y se seguirá condenando a las nuevas generaciones a la desesperanza y a la falta de horizontes creativos y dinámicos.
Sería un error garrafal detenernos en los discursos y confrontaciones de campaña. Algunos todavía parecen seguir representando el pasado entreguista de los ’90 y otros aspiran a reemplazarlos enfundados en la piel de una nueva política nonata. Pero se está abriendo paso lentamente la discusión sobre el modelo de país en el que queremos vivir. Eso es lo que importa ahora y en el futuro inmediato, para salir del vaciamiento ideológico. Porque sin ideología no hay política o en todo caso la política es travestismo que intenta maquiavélicamente cambiar algo para que nada cambie. De eso conocemos y mucho. De eso sí los argentinos sufrimos hasta el hartazgo, a punto de desnaturalizar la política y permitir que cayera en el descrédito, porque asi convenía a los gerentes de las transnacionales del mundo globalizado.
El precio más radicalmente alto ha sido pagado hasta ahora por los trabajadores, a quienes muchas veces se acusa injustamente de desestabilizadores, al momento de buscar la recomposición de su calidad de vida, para revertir el deterioro socio-económico a que se vieron sometidos. Ha habido hasta ahora una arbitraria e injusta distribución de la riqueza, amparada en un proceso de acumulación y de ajuste contrario a los legítimos intereses de las mayorías populares y a favor de los sectores privilegiados. No es lícito olvidar el fuerte impacto de estas políticas en los trabajadores organizados, pero mucho más en otros sectores de trabajadores que perdieron sus empleos y fueron arrojados al trabajo informal, en negro y hasta en los planes sociales, que se critican duramente, pero que en su momento se convirtieron en la contención social de millones de trabajadores sin trabajo.
Estamos frente a la necesidad de encontrar un nuevo piso democrático para un nuevo modelo de desarrollo, pero que profundice sobre el país real, el de todo el territorio, abriendo espacios y ocupándolos. Así es posible que se concrete la democracia política, con libertad y pluralismo, pero ahondado en sus dimensiones social y cultural, ahuyentando los vacíos institucionales con sus dramáticas consecuencias, como las vividas no hace muchos años. La democracia se construye a diario, a pleno y no en retazos, porque en ello se va la vida del pueblo.

Buenos Aires, 15 de agosto de 2005.

posted by Alfredo Jorge at 1:30 PM

 
TODO SEGUN EL CRISTAL
CON QUE SE LO MIRE

Por ALFREDO CARAZO

Si en cualquiera de nuestros países algún gobernante contradice la opinión de los grandes medios de comunicación o no coincide con la opinión periodística y lo dice, hay señales distintivas de los amos del Norte que apuntan a las posibles restricciones democráticas. Y mucho más, porque por lo general son las grandes corporaciones multimedias las que denuncian y la Sociedad Interamericana de la Prensa, una corporación que nuclea al poder de los medios en el Continente, se brota como una doncella violada.
Nunca se admitió el más mínimo enfoque restrictivo para los periodistas, excepto aquél que surge de censura empresaria o de la autocensura que evita dejar de serlo. Suele suceder que algún fallo judicial haga trastabillar la libertad de empresa, lo que resulta un despropósito para los factores de poder que la utilizan para su propio beneficio, porque argumentan que todo se restaña con más libertad de empresa.
En Estados Unidos, a principios de julio, la periodista Judith Miller, del “The New York Times”, terminó con sus huesos en la cárcel por negarse a revelar las fuentes que le soplaron el nombre de una espía de la CIA, que se dedicó a destruir los argumentos de la Casa Blanca para invadir Iraq. Como la mayoría de los hombres y mujeres de prensa conocen, datos con tanta precisión sólo aparecen expulsados desde fuentes en las cercanías del poder político. Ya se conoce a la espía pero el Gobierno de George W. Bush, necesita saber quién filtró la información, para que sirva de escarmiento a los funcionarios de su Administración. Para ello no dudó en utilizar a la Justicia norteamericana y logró que otro periodista, Matt Cooper, de la revista “Time”, no tan convencional como su colega aceptara revelar su fuente.
No se trata de una mera censura mediática o de un llamado telefónico para aligerar o morigerar una información. Se buscó minar en su esencia la confidencialidad, uno de los pilares del periodismo libre. Pero no se pudo leer sesudos y corporativos editoriales en el mundo en contra de esta acción desmesurada y mientras la investigación siga, Miller, quien además curiosamente apoya la invasión militar en sus notas, deberá seguir en la cárcel. Todo un ejemplo de libertad que por ahí se le ocurre imitar a algunos de nuestros jueces.
Ejemplo que puede sumarse al que sobreviene tras el nacimiento de la señal televisiva Telesur, que se comenzó a emitir desde Caracas, Venezuela, en un intento de integración comunicacional sin precedentes en esta parte del mundo. Ya se sabe que al Gobierno de Estados Unidos no le gusta el presidente Hugo Chávez y lo desvela que ese militar de piel achocolatada persista en adversar las políticas que bajan desde Washington.
Y ahora mucho más si se ven por televisión algunas de sus formulaciones en países que todavía sigue considerando como “patio trasero”. Por eso, instruyó a la Cámara de Representantes para que aprobara una enmienda constitucional, autorizando a realizar transmisiones diarias de radio y televisión sobre Venezuela. La argumentación es simple y ya fue usada hace muchos años sobre Cuba. Se trata de “estructurar noticias precisas, objetivas y completas destinadas a contrarrestar el antiamericanismo” de Telesur. En eso de la objetividad sí que tienen experiencia los americanos desde las emisiones de la cadena CNN. De todas formas habrá que ver hasta dónde llega lo que se anticipa como una batalla de la tecnología que por cierto no es nada neutral, sino que sacó patente de ideológica y política.
Con los altibajos propios de toda geopolítica imperialista, el Gran Hermano siempre subestimó los valores y principios que sobreviven en los pueblos latinoamericanos. En el Sur tratará de interferir la información, de la misma manera que interfiere en Cuba, designando ahora a Caleb McCarry como “coordinador de la transición en Cuba, porque el pueblo cubano desea y merece compartir el progreso democrático”. Y de esos deseos se hace eco el mayor traficante de la democracia en el mundo.
Pero importa también saber ahora, cuál es el comportamiento de los grandes medios de comunicación que se rasgan las vestiduras al menor roce. Y no porque deba justificarse, sino porque la libertad de información debiera ser precautelada en todas las instancias, inclusive frente a los mismos capitales de la prensa.
La libertad de información no es una exigencia a ser aplicada para sancionar a los países de la periferia solamente. Su defensa debe ser señera para todos los países y sus gobernantes. Y también para los jueces que a veces se siente tentados a apoderarse de lo ilimitado de sus juicios. Es un derecho del pueblo.
Buenos Aires – 30 de julio de 2005.

posted by Alfredo Jorge at 1:28 PM

 

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