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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Saturday, July 16, 2005
CONFUSIÓN POLÍTICA
Por ALFREDO CARAZO
Ahora sí que estamos confusos. Si hay que explicar la explicación es que todo es más oscuro de lo que parece. En medio de una campaña enrarecida –habría que preguntarse cuál no la fue al menos desde Tamburini y Mosca para aca y antes tambien- a un grupo de candidatos se les dio por firmar un “acta de compromiso de gobernabilidad”, por lo que debe deducirse que hasta ese momento no lo estaban implicados en esos menesteres básicos. Como la mayoría son ya legisladores, debe deducirse que en algún cajón habrá quedado dormida la Constitución que los obliga a defenderla para no engalanar la galería de los desestabilizadores, que los hay, los hubo y seguramente los habrá, a punto tal que algunos se sumaron a las desmoronamientos democráticos que supimos conseguir. Habrá que imprimir versiones pequeñas de la Constitución, de bolsillo, como las que reparte el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, para que nadie peque de desconocimiento. Bien es cierto que la democracia no viene con uno. Es una práctica de por vida y a menudo se transita un camino bifurcado que compromete el tejido político. No se adquiere por ósmosis y ni siquiera por presión. Cuando se convierte en un sistema de vida de los pueblos, individual y colectivo, hay que sentirla, vivirla militantemente, hasta que se haga carne. Tantos años de autoritarismo, de violencia, de conculcación de derechos, hizo mella en la Argentina, tanto como para que cueste la práctica. Cuando a principios de los ’80 recuperamos su versión formal, parecía claro que era necesaria una irrupción en la participación y en la confianza ciudadana como para no abortar la esperanza, sin la cual se pierde. Se dio por contado entonces que bastaba mentar la democracia para ser asumida por todos. El voto se convirtió en un remedo de participación ciudadana y se vació de contenido la voluntad popular que es mucho más que una urna, aunque la simbolice. La dictadura de la seguridad nacional no volteó solamente un Gobierno. Se impuso la decisión de atravesar de manera brutal la conciencia ciudadana, apuntando a las nuevas generaciones para borrar todo vestigio de valores y principios democráticos. No quiso repetir la experiencia del ‘55, cuando la resistencia peronista se enfrentó a los “libertadores”, a los custodios de los valores de la República, hasta derrotar el exilio y la proscripción. La estrategia fue usar el terror de la muerte para disciplinar, pero sobre todo se apeló a la desmovilización de las mentes. De inmediato vendría la perversidad del modelo neoliberal, que termino persistiendo en el tiempo como para confundir libertad de mercado para beneficio de unos pocos con democracia para todos. Una concepción extendida en el mundo contemporáneo por la fuerza que da el control de la maquinaria tecnológica bélica. Quizás el mayor logro del modelo haya sido conseguir que las organizaciones políticas y sociales, la mayoría de ellas tradicionales, terminaran desmovilizadas, aherrojadas en pequeños cenáculos, abandonando su responsabilidad en la formación de cuadros y militantes de la democracia en ciernes. Una tarea permanente que exige mucha discusión de ideas y la decisión de internalizar valores y principios que tienen que ver con la esencia misma de la democracia. Para eso sí habría que impulsar el compromiso, porque sin cuadros y sin organización de cuadros políticos la democracia es una cáscara a la que se la empuja al naufragio, en desmedro de las instituciones republicanas. Cuadros, no meros punteros clientelistas, algunos de los cuales suelen estar prestos a la hora de cerrar las listas de candidatos, pugnando por salvarse. Se los conoce de “naranjo” y eso es lo que le resta a la gobernabilidad. Lo que le quita peso a la política. Lo que confunde, sobre todo a la juventud. Porque llegar en la política, se muestra como más fácil que aprender, que militar, que impregnarse de ideas, de principios y valores y de compromiso con el país. Pero sobre todo, el camino no es tan largo. Cómo recuperar el prestigio de la política. A nadie le puede asombrar que una candidata caída de las tablas se postule como “no política”. La “no política” es una estrategia del establishment con poder real, que todo lo desluce. Es como seguir con destinos y tácticas dictatoriales en democracia. Hay que denigrar a los políticos todavía más de lo que se empeñan algunos. Hay que alinearlos para demostrar que si hay muchos que sólo están comprometidos con su individualidad, es la política la que está podrida, por lo que habría que terminar de vaciarla para que una elite gobierne. La política hace a la gobernabilidad y para eso no se necesitan compromisos para la vidriera. Es una renovación permanente del pensamiento que debe nutrir a las generaciones, para ponerlas en capacidad de detectar y dar respuestas a los palos que le ponen a diario a la rueda de la democracia. Desde adentro y desde afuera. Es el punto de partida para consolidar lo alcanzado y acrecentarlo. Si no es así hay que volver a empezar porque los pueblos no se suicidan.
Buenos Aires – 16 de julio de 2005.
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