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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Monday, May 23, 2005
HAY QUE DEMOCRATIZAR LA ECONOMIA PARA TODOS
Por ALFREDO CARAZO
No importa cómo se diga ni quién lo diga. Una más equitativa redistribución de la riqueza es ineludible. Sólo se puede demorar algo, pero no demasiado. Aún cuando se trate de los trabajadores formales, la destrucción del salario y su valor adquisitivo sumergido, empujan a una escalada de conflictividad incalculable. Sobre todo en el caso de los trabajadores más postergados, porque es necesario admitir que hay sectores que fueron ascendiendo –aunque sin recuperarse totalmente- con la sustitución de importaciones y con el crecimiento, todavía incipiente de la industria y de otras actividades que fueron las que terminaron ocupando más puestos de trabajo. Si los que generan la riqueza del país no se apropian de sus beneficios, sería legitimo preguntarse para qué la economía guarda los excedentes. Para qué el superávit fiscal y el crecimiento si no hay desarrollo con justicia social. La respuesta es fácil, pero suena perversa porque sería la misma que nos hundió. Distribuir en justicia no es populismo. En todo país se distribuye, pero se reconoce a un “país normal” no por las facilidades que le otorga a los poderosos grupos financieros internacionales, por la permisividad a la concentración transnacional o por la entrega sin límites a los organismos multilaterales de crédito que coadyuvan a cimentar el poder mundial. La medida la da la calidad de vida de sus habitantes, los escasos índices de vulnerabilidad, la generación de empleo digno que posibilite el ascenso social y el fuerte impulso a los derechos humanos, individuales y colectivos y a las libertades de todos los hombres. Y el respeto a la persona humana y a la familia, a sus derechos sociales, políticos, económicos y culturales, sólo es posible si se distribuye equitativamente. Esto en la Argentina y en América latina toda, que es la región más inequitativa del mundo, no por falta de riqueza, sino por la concentración en pocas manos. A la caracterización de un eventual populismo lanzada por el ministro de Economía, Roberto Lavagna, se le unió rápidamente la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, quien al delinear las democracias modernas que el imperio no quiere, ejemplificó en el “populismo peronista”. Y un poco más allá fue el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, quien advirtió que “a partir de ahora, el que crea que se puede tirar manteca al techo está equivocado”. Como los economistas se suelen sentir mejor en su salsa hablando con empresarios, uno quisiera pensar que a ellos se refería Nielsen, aunque la duda asalte. Porque los trabajadores nunca tiraron manteca al techo. Al contrario, acumularon manteca para que unos pocos no sólo la tiraran sino la consumieran aplaudiendo al modelo neoliberal, mientras escuchaban decir con seguridad que la margarina era mejor. Los beneficios durante décadas tuvieron una sola dirección, por lo que sería bueno extender el reclamo de dejar la hipocresía de lado que hizo el presidente Néstor Kirchner. De la crisis no se ha salido y casi a diario se lo reitera desde el Gobierno, pero nada impide reconocer que en el país hay injusticia. Hay una matriz de memoria histórica que revela una Argentina distinta, por lo que hay que volver a encontrar el sendero de la justicia social. Esa que no se derrama por arte de un modelo económico, sino que hunde sus raíces en la política y sobre todo en el bien común. La justicia social es un derecho que no debe ser conculcado, porque se corre el riesgo de violentar al hombre que trabaja. Y un país distinto respeta a su gente. No se construye desde la economía, sino desde el pueblo y es el pueblo el que legitima a los gobernantes. Esa es la clave del desarrollo social. El que exige un Estado presente y no desentendido, o entendido solamente en beneficio de unos pocos, muchas veces de manera espuria como lo conocimos ayer nomás. La pobreza hasta resulta llevadera si se sabe que la movilidad social y la equidad no termina siendo una utopía irrealizable. Hay que democratizar la economía, porque es algo muy serio e impactante para los pueblos, como para dejarla en manos de los economistas.
Buenos Aires – 23 de mayo de 2005.
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