|
Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
|
Wednesday, February 16, 2005
NEGOCIAR DE BUENA FE SUPONE NADA DE TRAMPA
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Las relaciones empresarios-trabajadores debieran transitar por una negociación permanente de “buena fe”. Por lo general no es así. No por culpa de los trabajadores o sus representaciones sindicales, sino porque empresarios y comerciantes argentinos juegan a sacar la mejor tajada de la torta, que no otra es la mayor participación en el PBI que vienen sosteniendo desde hace décadas. No importa quién se siente en Balcarce 50, sino qué se puede sacar, chantajeando incluso con la tan temida inflación y aprovechando una cultura impuesta que le tiene miedo. Datos oficiales -no de los sindicatos- indican a las claras que la brecha en el poder adquisitivo de los salarios no es menor al 20 por ciento y no es de buena fe ignorar esta realidad que en rigor de verdad se agiganta diariamente en las góndolas remarcadas. Cuando empresarios y comerciantes aducen que les aumentaron la luz y el agua, y además están dando aumentos salariales, actúan de mala fe y esto se sabe desde lejos, aunque enarbolen el fantasma de la inflación. Los aumentos de servicios a los grandes consumidores ya fueron licuados en los precios y ahora siguen remarcando para anticiparse a las legitimas demandas de aumentos salariales. No entienden. Ni siquiera la mayor de la crisis de nuestra historia les hace entender y ahora inopinadamente están pidiendo piso y techo para las negociaciones. Y eso que el más conspicuo asesor de la Unión Industrial Argentina, Daniel Funes de Rioja –un casi confeso enemigo de los trabajadores- ocupa un sillón en la Organización Internacional del Trabajo, por lo que sabe como el mejor que el organismo tripartito reniega de esos artilugios porque le quitan libertad a negociaciones que sólo deben admitir la concertación para la paz social. Paz social que estará siempre amenazada porque los índices de pobreza y hasta de indigencia calan hondo hasta en los trabajadores con trabajo. Un reciente informe de la OIT presentado ante la VII Reunión Europea, indica que “la creación de empleos sola no es suficiente para superar la pobreza, se necesitan trabajos buenos y productivos, ya que la cantidad de trabajadores pobres es siete veces mayor que la de desempleados”. Y fundamentalmente se reclama a nivel internacional “empleos decentes, con mejores ingresos y condiciones sociales que les permitan salir de esta difícil situación”. Tiene que ver con la dignidad humana. Ni siquiera es necesario apelar a modelos económicos keynesianos o de cualquier otra factura, porque eso es propio de otras etapas históricas de la Argentina en la que la participación de los trabajadores en la riqueza era verdaderamente equitativa y en la mesa de la negociación se podían presentar empresarios gananciosos y trabajadores con una calidad de vida que luego fue esmerilada hasta el tuétano por un modelo neoliberal que fue cohonestado por muchos de los que ahora se fundamentan en el Ministerio de Trabajo, porque les era más beneficioso lo suntuario para unos pocos que pensar en el hambre y la indignidad de los más. La urgencia de alcanzar una canasta familiar esquiva no tiene techos. No puede tenerlo. Ni tampoco sabe de especulaciones como la de los empresarios de Metrovías, que ofrecían un uno por ciento y terminaron concediendo diez veces más. Fue comprobado que redujeron sus costos de mantenimiento y reciben subsidios por caso 60 millones de pesos anuales por parte del Estado. Así es fácil hacer negocios, incluso porque como es costumbre se utiliza la fuerza y contundencia de conflicto con los trabajadores para golpear al Estado pidiendo más subsidios y mayores tarifas. Ni siquiera interesa cuánto gana un trabajador de cualquier actividad que supere lo que percibe la mayoría. Porque también es de mala fe agitar los mayores sueldos de un grupo de trabajadores para provocar al resto. Nivelar para abajo es irracional, aunque es lo que quisieran los empresarios. Así lo intentaron desde distintas propuestas que incluyeron la precarización social. No sólo los salarios están sumergidos, también hubo un retroceso notorio con relación a las conquistas pactadas en 1975 en los convenios colectivos de trabajo, porque la mayoría de los trabajadores son informales, están en “negro”, no tienen convenios colectivos de trabajo y los empresarios eluden las cargas previsionales y sociales. Algo más, y no es poco, que se le saquean los bolsillos a los trabajadores, lo que es más condenable en tanto y en cuanto afecta a la familia toda. Buena fe significa nada de trampa. Significa transparentar y hasta democratizar las relaciones laborales, para que quienes producen la riqueza del país hagan del trabajo su mayor riqueza y la herencia cultural para sus hijos.
|
|