|
Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
|
Tuesday, November 16, 2004
LA UNION SUDAMERICANA DEBE
SUPERAR EL DISCURSO POLITICO
Por ALFREDO JORGE CARAZO
El ex presidente argentino Eduardo Duhalde, que ahora preside el organismo político del MERCOSUR es el gran impulsor y parece que finalmente logrará que se de el puntapié inicial de la Unión Sudamericana. El lugar será el mismo en que se libro la Batalla de Ayacucho, en Perú y la fecha el 9 de diciembre, un nuevo aniversario de una gesta que sólo se recuerda en los libros de texto. Los empujes integracionistas se están abriendo paso a buen ritmo en toda la región y parecen ser el signo distintivo del principio de siglo, a contrapelo de lo que ocurrió en las últimas décadas, una historia que registra más retrocesos que avances.
En el otro extremo de América latina también se busca algo más que vecindades. En una reciente visita a México, el presidente de Honduras, Ricardo Maduro, propuso la creación de la Gran Nación Mesoamericana, desde el Río Grande hasta el Darién, en Panamá, “porque México y Centroamérica comparten la misma historia y el mismo destino, y su creciente integración debería llevar a crearla desde la frontera con Estados Unidos y los límites con Panamá”. Si ambos hechos se consumaran en la práctica, América latina estaría a las puertas de conformar dos grandes bloques integrados, excepción hecha del Caribe, aunque nada peor que un exceso de optimismo, porque la integración es más, mucho más que los discursos o las expresiones de deseos.
Lo que se intentará en Perú es unir a los países del MERCOSUR con los de la Comunidad Andina de Naciones, más Chile y desde una mirada económica se trataría del tercer bloque mundial, sólo superado por la Uniòn Europea y el Nafta, que en esta parte del mundo liga a Estados Unidos con Canadá y México. Claro que la expectativa económica no siempre se compadece con las urgencias de los pueblos, por lo que integrar a estos últimos resulta a la postre más importante para no caer en la trampa de las transnacionales y de las burbujas financieras que tiñeron la región de modelos neoliberales de ajuste estructural.
Si hay algo que integró a los pueblos latinoamericanos, más allá de los Tratados de Libre Comercio, es la pobreza y la miseria, para lo que no hubo nacionalidad. La marginalidad social borró las asimetrías y se latinoamericanizó, por lo que ninguna integración en el futuro inmediato podría eludir revertir este bochornoso proceso que fue horadando la calidad de vida de las familias, hundiendo a hombres, mujeres y niños en la más dramática indignidad. La “feminización” de la pobreza se suma a la pobreza de la niñez y a la desnutrición infantil que en poco tiempo pondrá en jaque los fundamentos mismos de la democracia.
Chile, con su economía mimada por los organismos internacionales de crédito y un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, oculta serias limitaciones sociales hacia abajo. En un reciente Congreso por la Alternativa Social en ese país, se diagnosticó que “la brecha entre ricos y pobres es cada más grande, donde el 20 por ciento más rico se apodera del 61 por ciento del ingreso nacional; que sólo el 15 por ciento de los trabajadores chilenos están sindicalizados; que la pobreza supera el 20 por ciento de la población y que igual porcentaje de ciudadanos sufre algún tipo de alteración mental”. Y esto último llama la atención porque es un indicador no usual en las estadísticas oficiales sobre la cuestión social.
La Unión Sudamericana tiene la ventaja de nacer sobre un subsuelo rico en reservas minerales, recursos energéticos, con mucho agua en el Acuífero Guaraní y sobre todo un territorio rico en producción de alimentos, aunque en la superficie se sigan muriendo los niños todos los días por inanición, o por causas evitables. Si sólo se tratara de un gesto o de un simbolismo para escribir una nueva página en la historia, podría acopiar una nueva frustración. Si en cambio la intención es superar otras barreras, mucho más importantes que las comerciales, en el tiempo las urgencias pueden trocarse en realidades promisorias. Lo que importa es integrar a los pueblos, al alma latinoamericana, con el objetivo de incluir lo que ha sido desechado por la globalización deshumanizante. Y además, resulta importante unir las voluntades nacionales con una visión tambien nacional en lo latinoamericano, para recuperar los recursos estratégicos que fueron vilmente pignorados.
Algo de eso fue tratado en Venezuela, en ocasión de deliberar la Primera Reunión de Ministros de Energía de Sudamérica, en cuya declaración se adelanta la intención de crear Petrosur como un polo de integración, y reafirmando “el uso soberano de los recursos energéticos renovables y no renovables, como motor de desarrollo e integración de los pueblos de América latina y el Caribe, con el objetivo de reducir las asimetrías económicas y sociales”. La Unión Sudamericana será verdaderamente una realidad cuando así lo sientan los hombres y mujeres latinoamericanos, para reconocerse solidariamente como hermanos en un destino común y en la construcción de sociedades nacionales integradas, más justas y más democráticamente participativas.
Buenos Aires – 14 de noviembre de 2004
|
|