Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





Archives:





E-Mail Me

Monday, September 20, 2004

 
EL HAMBRE CUESTIONA A LA
DEMOCRACIA EN EL MUNDO

Por ALFREDO JORGE CARAZO

En un incendio, por más rápido que lleguen los bomberos algunos flecos siempre se queman. Hay consecuencias irreversibles en algunas de las transformaciones estructurales que la Argentina y el resto de los países latinoamericanos tuvieron que enfrentarse en la década de los ’90. Incluso en aquello que tiene que ver con las secuelas culturales, porque a no dudarlo una significativa franja de las sociedades compraron y asumieron como propio el discurso neoliberal. Como ahora, aunque un tanto más tímidamente, aparece la imagen de superación muy alejada de la realidad. El modelo sigue porque caló hondo. Y sólo nuevas transformaciones audaces y en sentido contrario podrían en el tiempo hacer retroceder su poder. Aún así, como en el caso de los incendios, nada garantiza que todo se torne más beneficioso para los que menos tienen, que son los más. Hace casi 10 años, dirigentes políticos y sociales de 186 países del mundo se reunieron en Copenhague, en el marco de una Cumbre que tuvo como ejes prioritarios abordar la lucha contra la pobreza, la promoción del pleno empleo y la defensa de la estabilidad, de la seguridad y de la justicia social. Luego vino la Cumbre Social –un lustro después- pero a despecho de lo que debiera haber sucedido, los resultados positivos brillaron por su ausencia.
Hoy la cita fue Nueva York, convocada por el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con el apoyo del presidente chileno, Ricardo Lagos y del francés Jaques Chirac, La nueva Cumbre del Hambre, que reunió a mandatarios del mundo lateralmente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, y sólo se ha podido revelar la ausencia de voluntad política de los gobernantes –sobre todo los de los países más ricos- para revertir los efectos devastadores de la globalización, en hombres, mujeres y niños, en un escenario cada vez más implacablemente inhumano. Entonces, los acuerdos exigían que los países se comprometieran en función de sus propias posibilidades para reducir la pobreza, incorporando objetivos de desarrollo social en los programas de ajuste estructural encaminados por los organismos internacionales de crédito. Además, se trataba de apuntar al acceso equitativo y universal a los servicios básicos de salud y a una educación de calidad, con un techo ubicado en 2015 para lograr al menos la mitad de los objetivos.
Alguna vez desde el Vaticano se lanzó la demanda imperiosa de “si quieres la paz ama la vida”, y no hubo respuestas acordes, como lo sigue probando el aumento del armamentismo en el mundo y las nuevas guerras de la hegemonía mundial. De igual manera, el hambre, la indigencia, la desnutrición de millones de personas están amenazando desde otro costado no menos significativo, la paz y la democracia en el mundo que adoptó ese sistema político. No se trata de abrumar más el futuro cercano con la desesperanza, pero es necesario constatar que el discurso del crecimiento económico como indispensable para un desarrollo que recupere la centralidad del trabajo humano y del hombre que trabaja, ha sido confiscado por un modelo concentrador de la riqueza y de inequidad social. Cada vez son más los hombres y mujeres que deben sobrevivir con magros ingresos y en el mejor de los casos en condiciones de trabajo indignas de la condición humana. La exclusión social lejos de menguar ha crecido y es una realidad incontrastable que su base de sustentación es el deterioro del pleno empleo, como consecuencia inmediata de un desarrollo orientado desde la lógica del mercado.
Cuando se cumplieron cinco años desde la Cumbre de Copenhague, no fueron pocas las organizaciones que denunciaron el incumplimiento de los acuerdos, señalando entonces que “mientras el desarrollo social se estanca, los programas de ajuste estructural defendidos por el FMI y el Banco Mundial siguen implementándose. La OMC por su parte, sigue defendiendo la liberalización del comercio internacional. La complementariedad entre las políticas de las instituciones de Bretton Woods, la OMC y las instituciones del sistema de las Naciones Unidas parece ausente”. El balance actual no es menos graficador del retroceso en el desarrollo social, lo que está exigiendo medidas drásticas que excedan las estrechas márgenes discursivas con que se adornan las Cumbres en el mundo. No hay hoy en América latina ningún gobernante que al asumir su cargo, olvide poner en práctica un plan relacionado con el hambre. El último, ha sido el flamante presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, con el plan “Comer Primero”, que seguramente alcanzará apenas para paliar el hambre y la indigencia en ese país. Y apenas porque así viene ocurriendo en otros países que, como en el caso de Brasil, están enfrentando desde ayer lo que viene hipotecando el futuro. Ya se sabe que asumir nuevos compromisos a nivel mundial de ninguna manera significa garantizar su cumplimiento. En algunas mentes dueñas del mundo, la democracia no conlleva la justicia social, lo que en la práctica revela la alta cuota de autoritarismo imperial y de desequilibrio mundial entre un Norte rico y un Sur que deja al descubierto las lacerantes cifras del hambre. Incluso en aquellas regiones que tienen todo como recursos naturales. Y en esto habrá que revindicar –además de los instrumentos que puedan aplicarse a nivel mundial como un eventual impuesto a las transacciones internacionales- el rol del Estado como garante de un nuevo desarrollo con justicia y equidad social.

Buenos Aires – 19 de septiembre de 2004






posted by Alfredo Jorge at 6:26 PM

 

Powered By Blogger TM