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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Monday, August 16, 2004
UN PRIMER PASO CONCERTADOR
Por ALFREDO JORGE CARAZO
No hay que tenerle miedo al conflicto social en democracia. Lo que hay que hacer es solucionarlo, aunque se reitere en el tiempo. En todo caso es legítimo porque tiene que ver más que con una confrontación irracional, con la relación de fuerzas que plantea la lógica del neoliberalismo. Hasta ahora, los empresarios argentinos han venido imponiendo en el país las estrategias de los ajustes. Y se han beneficiado ciertamente, aunque sostengan lo contrario. Con el discurso de achicar los costos laborales, sacrificaron la variable de los salarios y fueron mucho más, porque condicionaron la estabilidad en el empleo, precarizaron de hecho las condiciones de vida y de trabajo, redujeron sus aportes al sistema de seguridad y apuntaron a la flexibilización y desregulación de las normas laborales.
A pesar de estas exigencias que fueron aceptadas de todas las maneras posibles por los gobernantes, el empleo no apareció y los argentinos que conservaron sus trabajos tuvieron que admitir resignadamente rebajas salariales y condiciones laborales cada vez más afectadas por la labilidad. Las cargas laborales en este país y en la mayoría de los países considerados con economías emergentes –nadie sabe muy bien por qué- nunca han representado más allá del 10 por ciento en los costos totales de producción. Sin embargo, los empresarios han privilegiado tanto sus beneficios que prefirieron sumar a sus planteles de trabajadores formales, una estructura ocupacional de empleo informal, para llamarlo de alguna manera, aunque la mejor caracterización es el trabajo en negro.
Aunque sea un primer paso, la convocatoria del Gobierno del presidente Néstor Kirchner, al Consejo del Salario Mínimo, refiere a los primeros esbozos de un diálogo social que no debiera perderse, para aventar la lógica de los pactos bilaterales con los empresarios, dejando de lado el importante aporte de las organizaciones sindicales, que conforman la negociación tripartita aceptada internacionalmente. Pero además, aparece clara la voluntad política de marcar objetivos totalmente alejados de la ideología neoliberal que hasta ahora ha venido modelando el mundo del trabajo, beneficiándose con el inmovilismo sindical.
El denominado círculo virtuoso que se alienta desde la Casa Rosada, tiene que ver con un trazado económico que, mientras atiende al superávit fiscal como producto de las retenciones a las exportaciones de productos primarios, intenta privilegiar el consumo interno, lo que supone la participación en el crecimiento de la mayoría de la sociedad. Sin embargo, el aumento salarial no lo es todo. Para los trabajadores con relación de dependencia, resulta vital retomar la protección total en cada centro de producción, aún los del sector terciario de la economía, con un claro reconocimiento de los convenios colectivos de trabajo, como instrumentos reguladores de la seguridad física y moral de los trabajadores. La precarización del empleo ha promovido una prepotencia empresaria sólo asimilable a una revancha por los avances logrados por el movimiento sindical en épocas anteriores, algunos de los cuales fueron ejemplos en el mundo.
Además de la precarización en los empleos formales, cada vez hay más trabajadores en empleos informales que, si bien es un fenómeno mundial, no deben ser soslayados por el Estado, en tanto se trata de trabajadores que integran familias incorporadas a la inseguridad social, y a carencias graves en salud y educación.
No debe llamar entonces la atención, la creciente conflictividad social, que está abarcando a importantes sectores de la clase media empobrecida, a la que se suman no pocos profesionales proletarizados. Porque a las demandas lógicas, se añade la frustración y la desesperanza por la constante ignominia a la que se somete la calidad de vida. Es un primer paso mientras se recompone el tejido social, teniendo en cuenta que trabajadores no son sólo los que tienen trabajo con una precaria formalidad, sino todos los que fueron expulsados del sistema y que pugnan por ingresar con todo derecho y, sobre todo, aquellos que son considerados de segunda, porque no tienen posibilidades de acceder a los beneficios de la seguridad social, que tantas luchas le costó al entonces movimiento obrero organizado. Sobre todo los jóvenes, para no hipotecar seriamente el futuro del país y para cambiar radicalmente la violencia por la cultura del trabajo que dignifica justa y solidariamente.
Buenos Aires, 15 de agosto de 2004.
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