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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Monday, August 02, 2004
RECUPERAR LA SOBERANIA
Y TAMBIEN LA DIGNIDAD
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Entre lo importante y lo banal hay mucho trecho por recorrer, a pesar del permanente intento por acortarlo. Avanzar en la construcción de un país distinto, en la Argentina parece ser obra de titanes que debe acometer en los senderos estrechos de la política. La del darwinismo que se alimenta de desechos e ignora pequeños avances que a la postre terminan siendo importantes. Más allá de los índices de las muchas veces ignorantes encuestas, remontar la cuesta de la crisis está exigiendo nuevas actitudes, nuevas formas de hacer política y otras prácticas despojadas de la inmediatez, aunque sin dejar de advertirla.
Vuelve a intensificarse el reclamo por la revitalización del trabajo humano como la herramienta facilitadora de la reconstrucción del país y como instrumento inclusivo. Y en todos los sectores que fueron destruidos no por azar. La voluntad política de impulsar la obra pública es un termómetro de revitalización, como lo es también la acción del Estado en sectores estratégicamente claves para el desarrollo económico sostenido y que tienen que ver con la soberanía nacional.
Aunque minimizado como emprendimiento por la mayoría de los medios de comunicación, la carta de intención firmada recientemente en la venezolana isla Margarita, por la que los viejos Astilleros Río Santiago, tendrán la posibilidad de potenciarse, es algo más que un emprendimiento comercial. Supone volver a abrir las puertas a una producción de envergadura que fue orgullo de la industria nacional, cuyas pequeñas y medianas industrias, algunas en forma de cooperativas, poblaron las riberas del Riachuelo. La dictadura militar se encargo de destruir este complejo, llegando incluso a perseguir y hacer desaparecer a dirigentes sindicales del sector de la industria naval, que entonces rechazaban el despojo.
Desde allí no fue muy difícil avanzar hasta la desaparición de la Marina Mercante y pignorar la bandera nacional por la “bandera de conveniencia”, opción que asumió en 1991 el ex presidente Carlos Saúl Menem, para beneficio de armadores, fleteros y empresas de seguros, siguiendo la orientación del superministro de Economía, Domingo Cavallo. Esta norma, que podría ser derogada por el presidente Néstor Kirchner, apunta a recuperar la soberanía sobre la marina mercante, que hasta este momento opera con bandera panameña o liberiana, mientras que los trabajadores están sujetos a leyes laborales de extrema fragilidad, en un país que pierde anualmente más de 3.500 millones de dólares en fletes.
Barcos de carga argentinos operando con banderas de conveniencia, registrados en otros países para beneficio de los armadores y aseguradoras extranjeras, trabajadores explotados bajo la figura de leyes laborales precarizadas, tal como después se impusieron en la Argentina y una sangría de divisas hacia el exterior, son apenas una faceta del rostro del país vendido al mejor postor. Para las organizaciones sindicales del sector marítimo, es volver a la marina mercante de bandera, en las embarcaciones de cargas generales, petroleros, graneleros, lanchas de empuje, areneras de ríos y servicios de remolque.
A esto se refería recientemente el histórico dirigente de la Federación Marítima Portuaria y de la Industria Naval, Cayo Ayala, al señalar que “si la cámara exportadora, los armadores fluviales y los patrones de buques son dirigidos por empresas transnacionales y el puerto está dividido en terminales manejados por consorcios estamos ante una enajenación y desnacionalización de los recursos naturales”. No son los únicos pero lo que importa es si estamos en capacidad de rescatarlos. Los argentinos deben volver a ser dueños de sus recursos, para afianzar la recuperación. Además, es sumarnos a la lucha emprendida hoy por los pueblos latinoamericanos.
Buenos Aires – 1º de agosto de 2004.
posted by Alfredo Jorge at 4:58 PM
RECUPERAR LA SOBERANIA
Y TAMBIEN LA DIGNIDAD
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Entre lo importante y lo banal hay mucho trecho por recorrer, a pesar del permanente intento por acortarlo. Avanzar en la construcción de un país distinto parece ser obra de titanes que debe acometer en los senderos estrechos de la política. La del darwinismo que se alimenta de desechos e ignora pequeños avances que a la postre terminan siendo importantes. Más allá de los índices de las muchas veces ignorantes encuestas, remontar la cuesta de la crisis está exigiendo nuevas actitudes, nuevas formas de hacer política y otras prácticas despojadas de la inmediatez, aunque sin dejar de advertirla.
Vuelve a intensificarse el reclamo por la revitalización del trabajo humano como la herramienta facilitadora de la reconstrucción del país y como instrumento inclusivo. Y en todos los sectores que fueron destruidos no por azar. La voluntad política de impulsar la obra pública es un termómetro de revitalización, como lo es también la acción del Estado en sectores estratégicamente claves para el desarrollo económico sostenido y que tienen que ver con la soberanía nacional.
Aunque minimizado como emprendimiento por la mayoría de los medios de comunicación, la carta de intención firmada recientemente en la venezolana isla Margarita, por la que los viejos Astilleros Río Santiago, tendrán la posibilidad de potenciarse, es algo más que un emprendimiento comercial. Supone volver a abrir las puertas a una producción de envergadura que fue orgullo de la industria nacional, cuyas pequeñas y medianas industrias, algunas en forma de cooperativas, poblaron las riberas del Riachuelo. La dictadura militar se encargo de destruir este complejo, llegando incluso a perseguir y hacer desaparecer a dirigentes sindicales del sector de la industria naval, que entonces rechazaban el despojo.
Desde allí no fue muy difícil avanzar hasta la desaparición de la Marina Mercante y pignorar la bandera nacional por la “bandera de conveniencia”, opción que asumió en 1991 el ex presidente Carlos Saúl Menem, para beneficio de armadores, fleteros y empresas de seguros, siguiendo la orientación del superministro de Economía, Domingo Cavallo. Esta norma, que podría ser derogada por el presidente Néstor Kirchner, apunta a recuperar la soberanía sobre la marina mercante, que hasta este momento opera con bandera panameña o liberiana, mientras que los trabajadores están sujetos a leyes laborales de extrema fragilidad, en un país que pierde anualmente más de 3.500 millones de dólares en fletes.
Barcos de carga argentinos operando con banderas de conveniencia, registrados en otros países para beneficio de los armadores y aseguradoras extranjeras, trabajadores explotados bajo la figura de leyes laborales precarizadas, tal como después se impusieron en la Argentina y una sangría de divisas hacia el exterior, son apenas una faceta del rostro del país vendido al mejor postor. Para las organizaciones sindicales del sector marítimo, es volver a la marina mercante de bandera, en las embarcaciones de cargas generales, petroleros, graneleros, lanchas de empuje, areneras de ríos y servicios de remolque.
A esto se refería recientemente el histórico dirigente de la Federación Marítima Portuaria y de la Industria Naval, Cayo Ayala, al señalar que “si la cámara exportadora, los armadores fluviales y los patrones de buques son dirigidos por empresas transnacionales y el puerto está dividido en terminales manejados por consorcios estamos ante una enajenación y desnacionalización de los recursos naturales”. No son los únicos pero lo que importa es si estamos en capacidad de rescatarlos. Los argentinos deben volver a ser dueños de sus recursos, para afianzar la recuperación. Además, es sumarnos a la lucha emprendida hoy por los pueblos latinoamericanos.
Buenos Aires – 1º de agosto de 2004.
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