Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Monday, July 19, 2004

 
DESCUBRIENDO LA SAGA
DE LOS DERECHOS HUMANOS
 
Por ALFREDO CARAZO
 
Lenta pero inexorablemente está llegando la globalización de los derechos humanos y el rechazo a la impunidad. A Chile le costó mucho descubrir los horrores cometidos por ese militar, a quien por lo menos la mitad de la sociedad, lo sigue viendo como un anciano honorable que transformó vidas y haciendas durante el proceso dictatorial que encabezó, además de haber excluido el comunismo. Augusto Pinochet es mostrado hoy como el impiadoso dictador que en el marco del Plan Cóndor, que tiñó de sangre la geografía del Cono Sur, sostenía la necesidad de desenterrar los cadáveres de los prisioneros políticos ejecutados, para cremarlos.
Se están cayendo a pedazos los alegatos a favor del punto final, y emerge nítidamente el pensamiento y sentimiento que asegura a la paz como el respeto a la vida, a la libertad, a la justicia y a la verdad. Se derrumban las teorías contrarias a la memoria histórica de los pueblos, sin la cual las democracias aparecen como vacías. Terminan siendo abochornadas las críticas interesadas a iniciativas que refieren a las heridas de la sociedad victimada, como es la construcción del Museo de la Memoria en la tristemente conocida Escuela de Mecánica de la Armada.
Pinochet se consideró impune y de alguna manera siguió orientando verdaderos nichos de la derecha chilena, algunos de cuyos personeros cuando permaneció detenido en el Reino Unido, a requerimiento del juez español Baltazar Garzón, esgrimieron el argumento de la soberanía, de la territorialidad, balanceando los alcances de la extraterritorialidad, todos conceptos clásicos que aparecen por lo menos relativizados a la hora de hacer realidad la defensa de los derechos humanos, en su más completa acepción, de lo que se deriva el rechazo a la impunidad en todas sus formas.
Porque en Inglaterra, el dictador Pinochet tuvo tiempo, según investigó el Senado de Estados Unidos, de realizar importantes operaciones bancarias, colocando millones de dólares de dudosa procedencia en el banco Riggs, una institución dedicada al lavado de dinero. En dictadura o en democracia aparece como asfixiante para los pueblos la impunidad de algunos de sus gobernantes. En algunos casos terminaron siendo cómplices de las dictaduras anteriores, y lo que es peor se hundieron luego en las prácticas espurias que hoy sorprende a buena parte de los chilenos y tambien a otros pueblos latinoamericanos, sin excluirnos.
Desde el socialdemócrata venezolano Carlos Andrés Pérez, hoy exiliado y devenido en golpista, pasando por el nicaragüense Arnoldo Alemán, detenido por lavado de dinero y peculado, el peruano Alberto Fujimori, amparado por Japón, el boliviano-norteamericano Gonzalo Sánchez de Lozada, escapado de su país tras haber pignorado los recursos hidrocarburíferos, el paraguayo Juan Carlos Wasmosy, impedido de salir del país por estar acusado de enriquecimiento ilícito, o el guatemalteco Alfonso Portillo, quien huyó a México y sin olvidar a Carlos Saúl Menem, viviendo temporalmente en Chile. Apenas es un muestrario de lo mucho que hay que hacer para erradicar la corrupción en la práctica política.
No sólo la violación a los derechos humanos fundamentales ha golpeado fuertemente a nuestros países. También se han perdido valores éticos y morales en el manejo de los negocios del Estado y también en las relaciones económicas y sociales. Y esto en la práctica es una forma más de sometimiento. La década del ’80 marcó en toda la región la emergencia de los procesos de transición democrática, pero no sólo se asistió al inmoral punto final, sino que se sumergió a los pueblos a la escandalosa violación a derechos humanos –en sus aspectos socio-económicos, políticos y culturales- de millones y millones de hombres, mujeres y niños que terminaron excluidos y arrojados a la vera del camino de la modernidad y la globalización.
El Papa Juan Pablo II supo conjugar el escenario de brutalidades que impactan en nuestros pueblos, señalando que “la justicia camina con la paz y está en relación constante y dinámica con ella. La justicia y la paz tienden al bien común de cada uno y de todos, por eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada ambas vacilan; cuando se ofende la justicia también se pone en peligro la paz. Hay una estrecha relación entre la justicia de cada uno y la paz para todos”. El reclamo de verdad, justicia social y paz se ha convertido en una verdadera exigencia de la sociedad toda. 
 
Buenos Aires – 18 de julio de 2004.


posted by Alfredo Jorge at 4:01 PM

 

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