Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Monday, July 12, 2004

 
POLÍTICA Y PODER PARA
ALCANZAR LA DEMOCRACIA REAL

Por ALFREDO JORGE CARAZO

Política y poder no siempre se compaginan entre sí, aunque desde la una se busca consolidar estrategias para alcanzarlo y consolidarlo. Nada fácil en una Argentina en la que sólo se dejó espacio a una democracia recortada en sus rasgos formales y con un Estado quebrado por demolición. Encima se hizo todo lo posible –y se logró en la mayoría de los casos- para vaciar a los partidos políticos y a las organizaciones sociales. Más que carecer de la confianza popular, les falta mística y vocación, aunque esto se tenga como reservado para una militancia que debería reconstruirse. Sin mística difícilmente se pueda avanzar en la recuperación y democratización del Estado y de la sociedad toda, como respuesta contundente al individualismo neoliberal en que nos han embarcado.
Aunque no parezca estar en la agenda inmediata, es posible que sea tiempo de responder al desafío de la reforma política, pero sin encandilarnos en las superficiales propuestas del “que se vayan todos”, o aquellas otras que simplifican en las listas sábanas los desvelos de la sociedad. La democracia real tiene un correlato insustituible en la democratización de las instituciones que la componen, como también lo tiene la vinculación entre el Proyecto Nacional y el poder, sin lo cual todo se torna demagogia y de la peor estofa. Proyecto hubo siempre, aunque en la mayoría de los casos beneficiando sólo a unos pocos en desmedro de los más. Porque la relación de fuerzas y de poder casi siempre estuvo del otro lado de las mayorías nacionales. Cuando esta situación pudo ser revertida para intentar la construcción de una nueva sociedad, el proyecto quedó inconcluso. Y nunca más se abandonó la dependencia.
La historia reciente en toda América latina –y la Argentina no parece ser la excepción- muestra cómo los mecanismos de un sistema oligárquico, se han ingeniado para atrincherarse en los factores de poder, tanto en los regímenes dictatoriales como en los sucesivos turnos de la democracia formal. Se impidió de esta forma la consolidación institucional de los procesos democratizadores, que por lo demás se iniciaron en las peores condiciones nacionales, y jaqueados por la geopolítica internacional. La política entonces, en sus más variadas expresiones, no ha logrado adelantarse en dar respuesta a la crisis socio-económica y cultural, con sus consecuencias de degradación del trabajo, del hombre que trabaja y que muestra de manera lacerante la pobreza crítica y la marginalidad social.
Este proceso de democratización iniciado en la década de los ’80 sigue estando rengo porque nació amañado. Primero por la desaparición de cuadros y militantes que nutrían la discusión política e ideológica del país; de seguido porque la consecuencia inmediata fue el fuerte impacto sobre las organizaciones políticas y sociales y el quiebre de la solidaridad en estas últimas y, finalmente, porque no hubo vocación para renovar las estructuras y sobre todo las prácticas, concepciones, estilos y contenidos de la política.
De esta forma la política dejo expedito el camino a los sectores especulativos identificados con la teoría y la práctica del modelo neoliberal, lo que les permitió imponer un manejo de la crisis alejado y contrario a un nuevo desarrollo nacional.
Ahora es necesario un compromiso entre todos los actores políticos, para que la queja no se quede sólo en acusar al Gobierno de “degradar la calidad institucional”, como sugieren desde la derecha, porque en las consecuencias de la crisis están repartidas las cargas de las responsabilidades. Lo demás forma parte de la especulación mediocre que ubica a la política como un reality show de disputas e intrigas palaciegas. No importa tanto si los políticos se pelean. En todo caso importa más saber cuáles son sus intenciones. No hay que temerle a las discusiones políticas, en tanto y en cuanto no se ubiquen casi en exclusividad en la estéril confrontación por espacios de un poder huidizo y pocas veces real. Democratizar la política supone además dar un paso adelante en la necesaria discusión de un proyecto nacional que tenga como base fundante la participación protagónica del pueblo organizado.

Buenos Aires – 10 de julio de 2004.



posted by Alfredo Jorge at 2:57 PM

 

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