Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Monday, June 28, 2004

 
LA VIOLENCIA NO FORMA
PARTE DEL CONFLICTO SOCIAL

Por ALFREDO JORGE CARAZO

Por ahí no va a faltar en la Argentina alguien que ya esté pensando en la secesión. Los blancos de los negritos, los trabajadores con trabajo de los que no lo tienen, los del país decente que no se sienten entendidos por los de la tierra de nadie, los que ocupan calles y veredas del centro y aquellos que exigen el derecho constitucional de transitar libremente. La Constitución, esa doncella prostituída por la violencia de la desigualdad social que abofetea con el crecimiento de hogares monoparentales, de alta vulnerabilidad y en la mayoría de los casos mal sustentados por mujeres.
Hay un tufillo que convoca entre otras cosas a desintegrar el país –como si fuera posible algo más- a título de ayudarnos a pensar la inviabilidad de una Argentina para todos los que somos. Aparece como ineludible salvar a los mejores, a los que están más amparados por el sistema o a los que lograron sobrevivir, dejando a la ambulancia del Estado asistencialista, la tarea de levantar a quienes fueron arrojados a la vera del camino por el modelo neoliberal. Pero de ser posible controlados y apartados del resto. No es la primera vez que en la Argentina se menciona peyorativamente al “lumpenaje social”, aunque aparezca contradictorio en algunos.
La Argentina inviable tal como se pretende mostrar, ya fue planteada en otros tiempos de la democracia. Ante la mediocridad de la política y las presiones externas para el ajuste, se sostenía la necesidad de volver a dibujar el país de tierra adentro. Si hasta el ex presidente Carlos Saúl Menem, apareció Biblia en mano asegurando que pobres hubo siempre en la historia de la humanidad, por lo que sólo se trataba de un sino trágico poco menos que irreversible.
Hoy las cosas son algo distintas pero no tanto, porque la pobreza traspasó ciertos límites, se hace difícil controlar sus consecuencias y algunas respuestas ligeramente hablan de “colombianización de la política”, como para acercar la antigua –pero no tanto- adjetivación de “libanización”. Algunos hasta ya están hablando de que este Gobierno se cae igual que el de Fernando de la Rúa, por lo que alientan los enfrentamientos en todos los segmentos de la sociedad, pero sobre todo en aquellos que apenas pueden resistir la crisis social. Y hasta preanuncian la anarquía cuyos cimientos abonaron con la miseria.
Ni siquiera al inicio de la actual administración se puso tanto el acento como ahora en la legitimidad de origen del presidente Néstor Kirchner, como tampoco crisparon tanto los nervios del establishment y aledaños las habituales rencillas intestinas de las que no sólo adolece el peronismo, como lo muestran los desgajamientos de otros sectores opositores.
Todo parece indicar que en lugar de respuestas a la crisis que no se agota, se alimenta la imagen del descontrol, por aquello de lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo. Hay sectores –seguramente los menos- que sólo sacan réditos políticos aprovechando el ineludible conflicto social y desde un posicionamiento nihilista. Saben que terminan siendo funcionales al oscurantismo político que siempre conspira, pero en todo caso persisten en una radicalización mesiánica.
El país está desmejorado. La calidad de vida de la gente está desmejorada y este es un dato de la realidad. Como lo es también que la política, aún descontando las buenas intenciones, no tiene en el aquí y ahora todas las respuestas. Tampoco la tienen los sectores sociales, ni siquiera aquellos que hacen gala de un fundamentalismo que no resulta inédito. El mayor esfuerzo lo sigue haciendo el pueblo, poniendo altas dosis de esperanza donde no la hay. Hay hogares argentinos en los que la esperanza sólo puede ser entendida desde lo trascendente. La violencia no forma parte del conflicto social, pero se encarama.
Si todos empujaran para que el Gobierno confronte violentamente con quienes provocan el choque; si todos empujaran a la mano dura del Estado; si todos judicializaran la protesta en lugar de aplicar la justicia a la ilegalidad de los excesos, se estaría buscando otra vez a los enemigos fronteras adentro. Este no es un país violento como se pretende hacer aparecer. La Argentina, como ocurre en el resto de América latina, es un país con una fuerte crisis, que estalla ineludiblemente en el conflicto social, porque no se puede ocultar con represión la injusticia, y porque además no se ha logrado articular a través de sus actores políticos y sociales, la voluntad política de avanzar en la construcción de un país distinto. Y no alcanza la retórica para subsanar esta carencia política, porque tienen el poder real ejercen la violencia de manera solapada y con guantes blancos. Todavía sigue planteado el desafío lanzado el año pasado por el presidente Néstor Kirchner, al señalar que “nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición”.

Buenos Aires – 27 de junio de 2004



posted by Alfredo Jorge at 3:22 PM

 

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