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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, November 30, 2003
LA REPRESIÓN NUNCA
SOLUCIONO NADA
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Aunque por motivaciones y demandas distintas, el triángulo Tartagal-Buenos Aires- El Neuquen, ha venido siendo de alta conflictividad social en la Argentina. En pocos días, volverá el recuerdo de situaciones por demás comprometidas para la institucionalización del país y curiosamente parece buscarse algo similar al luto de hace dos años. El Gobierno del presidente Néstor Kirchner tiene apenas seis meses y los sondeos de los denominados “grupos focalizados” revelan que a excepción de los sectores altos de la sociedad, de ahí para abajo siguen pensando que se puede cambiar el país. No es conformismo, a lo mejor tiene que ver con un realismo para nada mágico, pero con una alta cuota de racionalidad.
El país no se acaba ni siquiera en las empobrecidas capas medias de la sociedad, que también reclaman lo suyo, a pesar de sentirse violentados con el corte piquetero. Las gomas quemadas en la peatonal Florida y las ruidosas manifestaciones –para poner sólo un caso- fueron un llamado de atención de trabajadores bancarios reclamando la recomposición de sus salarios y la recuperación de conquistas vulneradas por banqueros que ganaron mucha plata, que siguen siendo compensados económicamente, no obstante lo cual hicieron suya la flexibilización laboral. Esos trabajadores no viven con el equivalente a un dólar cincuenta diarios como los que son asistidos por los planes sociales, sin embargo reclaman en justicia una mejor calidad de vida. La imaginación popular lo grafica en las paredes: “No me envidies, no soy rico, apenas tengo trabajo”.
A nadie le puede resultar soportable vivir en un país que parece quitarlo todo y en el que aún el mayor esfuerzo resulta poco. Pero este es el país que desafía. Aunque se pretenda ocultarla, la protesta siempre termina siendo ideológica y política, por lo que conlleva inevitablemente una visión sesgada del presente y del futuro del país. Es lo que parece estar ocurriendo con los líderes de los distintos sectores sociales que se disputan el dominio de la calle. Más allá de los fuegos de artificio que rodean las declaraciones buscadas sin solución de continuidad por los movileros, detrás de cada dirigente se sitúan miles y miles de mujeres, hombres y niños que fueron marginados inmisericordemente y que sólo buscan un pedazo de pan o alguna changa para sobrevivir. Nada más... y nada menos.
Darle respuesta al problema real y concreto del desempleo, de la pobreza, de la marginalidad exige de la originalidad y del liderazgo político. Y lo que menos se precisa es una respuesta violenta como pretenden algunos sectores, aduciendo que de lo contrario se pierde autoridad. La represión jamás solucionó los problemas del pueblo, antes bien los agravó. Además, la autoridad en política viene de la mano del ejercicio efectivo del poder pero nunca del autoritarismo.
El fenómeno piquetero ya está abriendo un debate político de alguna significación. Bienvenido sea si se trata de aportar soluciones. Si la política no resuelve, no hay que quejarse luego de los espacios ocupados. Lo mismo debieran hacer los empresarios, porque tienen mucha responsabilidad en la crisis y no pueden evadirse del presente y del futuro del país. En algunos sectores empresariales hay un doble discurso inmoral. Todo les viene bien a la hora de acumular. Lo hicieron durante la dictadura, después fueron amantes del libre mercado durante el menemismo, aunque no dejaron de ser prebendarios del Estado y ahora siguen reclamando protección sin sacrificio. Si quieren beneficios debería comprometerse en el crecimiento del país con justicia social y pleno empleo. Si se quieren beneficiar con las obras públicas debería exigírseles que privilegien el empleo decente.
Hay extremos a los que les es común tocarse. Así ocurre con la radicalización de algunos sectores que se sienten discriminados y que a la postre terminan siendo funcionales a otros sectores de la derecha a los que les sigue costando asimilar los nuevos tiempos. Esto no puede convertirse, ni para el oficialismo ni para la oposición, en un torneo que dirima quiénes son los buenos y quienes los malos. El conflicto social debe encontrar su cauce naturalmente, porque sigue resultando legítimo el reclamo y la protesta. Para la democracia, negarlo es tan pernicioso como reprimirlo.
Buenos Aires – 30 de noviembre de 2003
acarazo@fibertel.com.ar
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