Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Sunday, November 02, 2003

 
DOS DURAS DECADAS
DE TRANSICION

Por ALFREDO JORGE CARAZO

Dos décadas pueden pasar vertiginosamente en la vida de los pueblos. Sobre todo cuando se sale de una noche negra de la que costaba despertar, plagada de violaciones a los derechos humanos elementales. Es la impronta de los tiempos modernos. Hace 20 años, la mayoría argentina se aventuró al “argentinazo” que prometía Raúl Alfonsín desde el Preámbulo de la Constitución nacional, para dejar la frustración. La democracia de un modernismo difuso, que a poco de andar terminaría sofocando, no entendió entonces que la formalidad de las urnas apenas abría el camino de una transición. No percibió la riesgosa confrontación con una estructura de poder construida en la dictadura militar para cimentar un modelo económico, político y cultural.
El ex presidente, quien ahora sostiene que “los radicales no gozamos el poder, lo sufrimos”, creyó además que el categórico triunfo ante el Justicialismo lo habilitaba para sepultarlo y se lanzó a la aventura de un tercer movimiento histórico. Cuánto se pensó entonces. Cuántas esperanzas y expectativas colmaron las urnas. Pero los votos no siempre revelan la verdadera composición de la base social, ni su pensamiento político. Quizás por eso se equivocó de enemigo, al objetivizar en el movimiento sindical organizado, antes que afectar a los grupos de poder que ya se estaban concentrando. En rigor de verdad, aunque la palada final la diera su correligionario, el ex presidente Fernando de la Rúa, Raúl Alfonsín fue el sepulturero de la centenaria Unión Cívica Radical, hoy reducida a su mínima expresión.
Al primer Gobierno de la democracia recuperada se le exigían algunos trazos definitorios de un nuevo país. Había que democratizar al Estado, cambiar las reglas de la partidocracia exiliada, abrir los espacios de participación popular, revalorizar la política denostada hasta el hartazgo y comenzar a transitar un sendero de desarrollo económico, pero sobre todo social. No sólo no lo logró, sino que permitió el avance prepotente del modelo neoliberal, ahora con el barniz democrático y cohonestado por el Pacto de Olivos.
No es casual que un año antes, un 10 de octubre de 1982, la hoy convulsionada Bolivia también recuperara la democracia de la mano de Hernán Siles Zuazo, si se tiene en cuenta que tres años después comenzaría a instalarse férreamente el modelo neoliberal en el país del Altiplano. Algunos políticos de otras décadas tuvieron la oportunidad de demostrar en la práctica que democracia es mejor que dictadura, superando los estrechos marcos de los derechos humanos, para avanzar en lo colectivo, no permitiendo que quedara renga de igualdad, como la define hoy Alfonsín. Una enseñanza que no debiera soslayarse es que el poder, se lo goce o se lo sufra, puede ubicarse a favor o en contra del pueblo. Y esa no deja de ser una decisión política.
Son las experiencias de las transiciones democráticas en América latina, sostenidas en partidos tradicionales, con prácticas antiguas. Tiene que ver también con el colapso en el mundo de la socialdemocracia, que en su pretensión de lucir “progresista”, terminó siendo funcional a los modelos que horadaron las incipientes democracias. La dimensión social de la democracia no esta hoy en tela de juicio. Aparece nítida y descanadamente en cuanto foro nacional o internacional se precie de evaluar la realidad, esa que no está contenida por pactos políticos devaluados.
El siglo pasado –y podría decirse el inicio del actual- ha sido calificado por el pensador egipcio Eric Hobsbawin, como de “dolores y desigualdades, en el que la acción humana ha matado más de doscientos millones de personas”, aunque también “es el de los más estupendos progresos”. Se podrá argumentar que Hobsbawin sigue siendo un marxista confeso del cual se derivan sus juicios. Sin embargo, desde una posición ideológica opuesta, coinciden los informes de la ONU y hasta de los organismos multilaterales de financiamiento externo –aunque en este caso coadyuvaron a la exclusión social- y hasta la reciente Conferencia Especial de Seguridad Hemisférica que sesionó en México, consideró que “la pobreza y la exclusión social de amplios sectores de América latina, son una de las amenazas más graves a la estabilidad política de la región”.
No sólo quienes vivieron otra Argentina interpelan a esta democracia todavía formal. La de las crisis recurrentes. También lo hacen los que nacieron con el fin de la dictadura. Son jóvenes de una generación que todavía no encontró su presente y tiene hipotecado su futuro. Ni siquiera son sensibles a la política, no sólo por descreimiento y frustración, sino porque quebrados los paradigmas no se sienten seducidos a protagonizar el cambio, para lo cual habría que retomar la formación de cuadros dirigentes. Por ahí anduvo don Raúl. Por San Pablo. Pontificando sobre lo que se debiera hacer y que el no supo.

Buenos Aires – 2 de noviembre de 2003.

acarazo@fibertel.com.ar



posted by Alfredo Jorge at 6:29 AM

 

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