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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, October 26, 2003
MAS QUE UN CHANTAJE
ES UNA PROVOCACIÓN
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Es natural que toda empresa busque la ganancia. Es explicable también que los emprendedores corran riesgos propios de un sistema capitalista y mucho más desde la ideología neoliberal en la que la conducta humana sólo se explica en torno al interés individual, la propiedad privada y la competencia del mercado. No parece razonable en cambio que después de haber ganado miles de millones de dólares durante el jolgorio, las empresas privatizadas pretendan seguir depredando. Quizás haya llegado la hora, un poco antes de renegociar los contratos, de investigar cómo se hicieron las privatizaciones, algunas de las cuales aparecen sospechadas.
Hace décadas, en la Argentina el gremio más poderoso era el de Luz y Fuerza. No por su número claro, sino porque los trabajadores tenían en sus manos la “manija” capaz de provocar las sombras. Se hablaba entonces de chantaje para logros sectoriales. A eso mismo apelan hoy las empresas que tienen la concesión de la energía, el agua y otros sectores estratégicos, al decirle al Gobierno que no debe tomarse tan a pecho aquello de “achicar al Estado es agrandar la Nación”. Por lo menos no lo es con respecto a los ferrocarriles, que siguen subsidiados como en los mejores tiempos, o a los peajes en iguales condiciones. Claro que hasta la decadencia, los ferrocarriles unían, incluían pueblos al país, achicaban el centralismo y ponían un poco al alcance de las manos de muchos argentinos los adelantos de la ciencia y de la técnica.
Como la receta fue semejante en respuesta al diagnóstico de los organismos multilaterales de financiamiento externo, similares fueron las consecuencias de la mala praxis. Un ejemplo es República Dominicana, donde Edenor y Edesur, subsidiarias de la española Unión FENOSA, estuvieron a punto de desestabilizar al Gobierno del presidente Hipólito Mejía, porque produjeron cortes de energía eléctrica de hasta 15 horas diarias. Finalmente, y después de una fuerte convulsión social con la consabida represión, decidieron retirarse del negocio, dejándole al Estado deudas por 362 millones de dólares y el enojo del FMI que suspendió un crédito stand by por la reestatización. La idea no era original. Llegaron a comprar todo, en algunos casos a precio vil y a llevarse las ganancias sin invertir demasiado –salvo la superficialidad cosmética- porque a pesar de las reglas siempre se podía ser “amigo de un juez”. Acá también hay algunos a la vuelta de la esquina, como el caso de Macri en el Correo o Eduardo Eurnekian en Aeropuertos 2000, resabios de la “patria prebendaria”. Si hasta instalaron un basurero de residuos tóxicos en Santiago del Estero.
Los argentinos vivieron desde el inicio la “inevitabilidad del modernismo”, que vendió desprejuiciadamente el ex presidente Raúl Alfonsín. Fue el paso previo para instalar el boom de las inversiones en empresas públicas, a las que se hizo deficientes para ponerlas a contraluz de la eficiencia del mundo civilizado. Se aceptaron los lobbyes de manera corriente porque acercaban a un lúdico primer mundo. Hay ciertamente una responsabilidad colectiva. Porque llegaron los tiempos de las sucursales bancarias multiplicándose en cada esquina, de las dos líneas telefónicas, de los cada vez más minúsculos celulares aturdiendo las conciencias, del canje por un viaje a Disneyworld en lugar de la tradicional fiesta de los 15 o de la incursión fácil a Miami, con ingreso liberado, afirmando con cara de entendidos que “está barato, dame dos”. Una cultura enajenante se abrió paso sin límites, lo que de ninguna manera supuso el ascenso tecnológico.
Hoy en la Argentina se sigue ganando plata. Y Mucha. Para quienes se preocupaban por la Bolsa, ahora el Merval superó el límite que había alcanzado en 1992. Ni que decir de las suculentas ganancias que acusa el Citigroup. Nada menos que 13.093 millones de dólares en nueve meses. O el resultado operativo de Repsol que fue de 2.075 millones de euros, contabilizando que “la Argentina dejó de ser un agujero negro”, según sus directivos.
Sin embargo, el salario de los trabajadores sigue barranca abajo en su poder adquisitivo y se pretende grabarlo más con la suba de tarifas de los servicios públicos. Más de 50 expertos del Banco Interamericano de Desarrollo, concluyeron poniendo sobre el papel lo que los trabajadores latinoamericanos –y los argentinos no son la excepción- sufren en carne propia, esto es que “la ola de privatizaciones de los ’90 y la liberalización del comercio internacional tuvieron poco efecto en el desempleo”, y que “los salarios son la principal variable de ajuste frente a los choques económicos negativos”.
Este es un tema que excede al presidente Néstor Kirchner o al Gobierno. La actitud de las empresas privatizadas es una provocación al pueblo y desde allí debería venir la respuesta. Porque es necesario que a la crisis la asuma el conjunto de la sociedad y no delegue para nada la resolución de la misma. Habrá que definir el futuro de los servicios públicos privatizados y el costo-beneficio de tenerlos.
Buenos Aires – 26 de octubre de 2003.
acarazo@fibertel.com.ar
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