Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Sunday, October 05, 2003

 
LA DEMOCRACIA ES UNA
CONSTRUCCIÓN DIARIA

Por ALFREDO JORGE CARAZO

La democracia restringida o formal, admite la toma de decisiones de una elite en desmedro de las mayorías. En general el neoliberalismo desconfía de la democracia y sobre todo de la voluntad popular, apelando en cambio a un individualismo llevado a extremos de afirmar que el único voto válido es el del mercado. En esa línea, el economista estadounidense de origen austriaco, Joseph Alois Schumpeter, sostiene que hay una “democracia empírica”, en la que “serán los líderes y no el pueblo quienes protagonicen la política”, porque el pueblo sólo “se limita a crear un Gobierno a través de un acto individual, el voto, en las elecciones”.
Se exhibe de esta forma una cínica analogía entre la “competencia política” y la “competencia económica”. En la Argentina esto se probó en su apariencia más acabada, con un claro intento de anestesiar la expresión popular e inhabilitar la participación de los sectores mayoritarios en el manejo de la cosa pública. De alguna manera, ese rostro del individualismo logró internalizarse a través de una cultura meramente utilitaria y por demás insolidaria.
La marginalidad política siempre va de la mano con la marginalidad social de manera funcional. Una mirada al conjunto de América latina revela la precariedad de nuestras democracias, entendida ésta en la perspectiva de una sociedad organizada y aún teniendo en cuenta sus propias contradicciones, porque como declarara no hace muchos años las Naciones Unidas, “la pobreza es un obstáculo para los derechos humanos”. Y en rigor de verdad, nada hay tan violento como la pobreza e indigencia, estadios en los que es impensable hablar de libertad y mucho menos de participación. Un reciente informe de la CEPAL, revela que casi la mitad de los 220 millones de latinoamericanos es pobre y 95 millones son indigentes. Detrás de la mayoría de estos números se pueden ver los rostros de niños explotados –para la OIT hay más de un millón y medio en la Argentina- jóvenes y mujeres para los que libertad, democracia, derechos humanos, derechos políticos, resultan simples palabras con un alto grado de abstracción.
Desde el vértice solamente parece por lo menos difícil que se pueda construir un país distinto en el que se recupere la identidad nacional, como para que la mayoría apueste al bien común desechando el mercado político. En toda una década –aunque no sería honesto objetivar en un solo turno de la democracia- el sálvese quien pueda fue el denominador común de la política. Hay en estas situaciones para nada virtuales, aspectos éticos y psicológicos que es necesario revertir con una imprescindible mirada de futuro. El país no admite más la ausencia de solidaridad, que en no pocos casos horada la natural responsabilidad intergeneracional. Claro que nadie da lo que no tiene, por lo que la matriz cultural hay que buscarla y encontrarla adentro, refundando la vida política para que seduzca y no sea vista como el foco de la corrupción y los negocios personales.
Supone terminar de comprender que la tarea es del conjunto y de que cada paso que se da compromete a todos. Pero no sólo a las generaciones que hoy gestionan el país aún desde la pasividad, sino fundamentalmente a las que recién se están incorporando a la vida y a una progenie a la que solemos mirar casi con conmiseración. Los jóvenes no merecen la indiferencia de sus mayores en la vida política nacional. No es bueno tampoco que observen cómo se sigue delegando desde el lindero de la vida, como si la democracia no hubiera que conquistarla, aprehenderla en plenitud, sabiendo que no se regala. La desesperanza de la juventud, tiene su basamento en el descreimiento y en la falta de paradigmas éticos. El recientemente relevado jefe de la Policía Federal, comisario Roberto Giacomino, por caso, perdió la oportunidad de mostrar un rostro distinto de las fuerzas de seguridad, pero lo peor es que sumó algo más al desaliento. En poco tiempo defraudó a la institución y a la gente. Tampoco supo entender que estos no son tiempos de impunidad y seguramente la decisión expeditiva del presidente Néstor Kirchner de apartarlo haya servido como una bocanada de aire fresco en una primavera política que no debe permitirse un nuevo fracaso.
Valdría la pena aprovechar la confianza y la esperanza, para avanzar en la búsqueda del protagonismo popular, porque sólo así es posible evolucionar hacia la democracia real, una construcción popular diaria.

Buenos Aires – 5 de octubre de 2003.

acarazo@fibertel.com.ar




posted by Alfredo Jorge at 11:29 AM

 

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