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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, July 27, 2003
ADEMÁS DE SINCERAS LAS RELACIONES
NO DEBEN SER OBSECUENTES
Por ALFREDO JORGE CARAZO
El antes y el durante no es tan importante como el después. Para una administración que hace gala de cuidadosa reserva en sus acciones, lo que debe importar es qué pasará después de la reunión mantenida por el presidente Néstor Kirchner y su homólogo norteamericano George W. Bush. Hace rato que la Argentina aprendió lo relativo de estos encuentros. Carlos Saúl Menem viajaba hasta para darse el lujo de jugar al golf en el rancho de Bush padre, pero Eduardo Duhalde se mostró refractario al relacionamiento personal. Es más, el ex presidente, hacedor de las “relaciones carnales”, se jacta todavía de haber viajado más veces que ningún otro a la meca del capitalismo, desde Agustín P. Justo a la fecha, aunque a juzgar por los resultados tampoco es digno de aplausos.
Ni tanto ni tan calvo podría pensarse como para mirar con atención al diseño globalizador de la geopolítica y de los negocios internacionales. Por lo demás nadie está obligado a perder su dignidad por sentarse a dialogar mientras las muestras de cariño no resulten excesivas, tanto como para diluir el concepto de multilateralismo al que acude con frecuencia el primer magistrado. Porque el simple gesto da pie a la mar de interpretaciones, la mayoría de ellas con fuerte connotación ideológica y no pocas antojadizas. En rigor de verdad, las presiones sobre el trazado económico que se impulse desde el Gobierno no cederán, como tampoco se puede cometer la ingenuidad de que los organismos multilaterales de financiamiento externo se tornarán más comprensivos a la hora de negociar. El apriete siempre aparece como el paso posterior a la palmada en el hombro, a la recepción casi afectuosa. A Bush le gusta “ese muchacho de izquierda que hoy gobierna Brasil”, lo que aparecería como el mejor modelo para armar en esta parte del continente, pero Luiz Inácio Lula da Silva se queja de que “la lógica financiera de los organismos internacionales es tan estrecha que dentro de ella no cabe una Nación”.
Hay sí algunos presupuestos que debieran ser básicos a la hora de seguir exhibiendo un proyecto de país distinto, con una mirada diferente hacia América latina, especialmente fijada en el MERCOSUR y en su dimensión social y política. Sobre todo en la necesidad de proyectar una política seria y responsable en materia de relaciones internacionales. Los países centrales basan su estrategia hegemónica en los negocios. Apoyan a los gobiernos emergentes en tanto las corporaciones puedan extender sus brazos y no dudan en exponer sus exigencias con rigor minucioso. Francis Mer, ministro de Hacienda francés fue claro antes de dejar Buenos Aires, señalando que no había venido a buscar garantías del Gobierno, sino a reclamar “un compromiso de que se definirán las medidas tendientes a restablecer un marco de reglas transparentes y estables que permitan ampliar las posibilidades de negocios de las empresas francesas que invirtieron en el país”. Reglas que legítimamente deberán incorporar razonables y no desmedidas ganancias para esas empresas, además de sanciones para las que, como han hecho algunas hasta ahora, eludan la obligatoria inversión infraestructural. Así las relaciones bilaterales podrán ir variando sustancialmente.
Todavía resuenan en la Casa Blanca las expresiones del presidente brasileño, admitiendo que “podemos sorprender al mundo con estas relaciones, que si bien siempre han sido fuertes y por un largo perìodo, creo que es posible mejorarlas”, lo que abrió un contingente de dudas. Aunque un tanto fortuita, la secuencia de los primeros viajes al exterior del mandatario argentino no deja de ser todo un signo distintivo que sería bueno no abandonar. Primero fue Brasil, un socio estratégico por estas latitudes, luego Europa, equilibrante necesario para el imperio monocolor y finalmente Estados Unidos y su intencionalidad hegemónica. El país del Norte no cambia, como tampoco cambio el presidente Bush, sujeto histórico de la mayor bofetada que le fuera dada a la comunidad internacional en los últimos tiempos, con la invasión a Iraq.
Como se pretende que la Argentina comenzó a cambiar, parece racional y de estos tiempos la ecuación “sinceridad sin condicionamientos” que acuñó el presidente como corolario del viaje a Washington. Nada le sabe peor al poder central que la obsecuencia torpe. Por eso lo importante es el después.
Buenos Aires – 27 de julio de 2003.
posted by Alfredo Jorge at 5:35 PM
ADEMÁS DE SINCERAS LAS RELACIONES
NO DEBEN SER OBSECUENTES
Por ALFREDO JORGE CARAZO
El antes y el durante no es tan importante como el después. Para una administración que hace gala de cuidadosa reserva en sus acciones, lo que debe importar es qué pasará después de la reunión mantenida por el presidente Néstor Kirchner y su homólogo norteamericano George W. Bush. Hace rato que la Argentina aprendió lo relativo de estos encuentros. Carlos Saúl Menem viajaba hasta para darse el lujo de jugar al golf en el rancho de Bush padre, pero Eduardo Duhalde se mostró refractario al relacionamiento personal. Es más, el ex presidente, hacedor de las “relaciones carnales”, se jacta todavía de haber viajado más veces que ningún otro a la meca del capitalismo, desde Agustín P. Justo a la fecha, aunque a juzgar por los resultados tampoco es digno de aplausos.
Ni tanto ni tan calvo podría pensarse como para mirar con atención al diseño globalizador de la geopolítica y de los negocios internacionales. Por lo demás nadie está obligado a perder su dignidad por sentarse a dialogar mientras las muestras de cariño no resulten excesivas, tanto como para diluir el concepto de multilateralismo al que acude con frecuencia el primer magistrado. Porque el simple gesto da pie a la mar de interpretaciones, la mayoría de ellas con fuerte connotación ideológica y no pocas antojadizas. En rigor de verdad, las presiones sobre el trazado económico que se impulse desde el Gobierno no cederán, como tampoco se puede cometer la ingenuidad de que los organismos multilaterales de financiamiento externo se tornarán más comprensivos a la hora de negociar. El apriete siempre aparece como el paso posterior a la palmada en el hombro, a la recepción casi afectuosa. A Bush le gusta “ese muchacho de izquierda que hoy gobierna Brasil”, lo que aparecería como el mejor modelo para armar en esta parte del continente, pero Luiz Inácio Lula da Silva se queja de que “la lógica financiera de los organismos internacionales es tan estrecha que dentro de ella no cabe una Nación”.
Hay sí algunos presupuestos que debieran ser básicos a la hora de seguir exhibiendo un proyecto de país distinto, con una mirada diferente hacia América latina, especialmente fijada en el MERCOSUR y en su dimensión social y política. Sobre todo en la necesidad de proyectar una política seria y responsable en materia de relaciones internacionales. Los países centrales basan su estrategia hegemónica en los negocios. Apoyan a los gobiernos emergentes en tanto las corporaciones puedan extender sus brazos y no dudan en exponer sus exigencias con rigor minucioso. Francis Mer, ministro de Hacienda francés fue claro antes de dejar Buenos Aires, señalando que no había venido a buscar garantías del Gobierno, sino a reclamar “un compromiso de que se definirán las medidas tendientes a restablecer un marco de reglas transparentes y estables que permitan ampliar las posibilidades de negocios de las empresas francesas que invirtieron en el país”. Reglas que legítimamente deberán incorporar razonables y no desmedidas ganancias para esas empresas, además de sanciones para las que, como han hecho algunas hasta ahora, eludan la obligatoria inversión infraestructural. Así las relaciones bilaterales podrán ir variando sustancialmente.
Todavía resuenan en la Casa Blanca las expresiones del presidente brasileño, admitiendo que “podemos sorprender al mundo con estas relaciones, que si bien siempre han sido fuertes y por un largo perìodo, creo que es posible mejorarlas”, lo que abrió un contingente de dudas. Aunque un tanto fortuita, la secuencia de los primeros viajes al exterior del mandatario argentino no deja de ser todo un signo distintivo que sería bueno no abandonar. Primero fue Brasil, un socio estratégico por estas latitudes, luego Europa, equilibrante necesario para el imperio monocolor y finalmente Estados Unidos y su intencionalidad hegemónica. El país del Norte no cambia, como tampoco cambio el presidente Bush, sujeto histórico de la mayor bofetada que le fuera dada a la comunidad internacional en los últimos tiempos, con la invasión a Iraq.
Como se pretende que la Argentina comenzó a cambiar, parece racional y de estos tiempos la ecuación “sinceridad sin condicionamientos” que acuñó el presidente como corolario del viaje a Washington. Nada le sabe peor al poder central que la obsecuencia torpe. Por eso lo importante es el después.
Buenos Aires – 27 de julio de 2003.
posted by Alfredo Jorge at 5:32 PM
ADEMÁS DE SINCERAS LAS RELACIONES
NO DEBEN SER OBSECUENTES
Por ALFREDO JORGE CARAZO
El antes y el durante no es tan importante como el después. Para una administración que hace gala de cuidadosa reserva en sus acciones, lo que debe importar es qué pasará después de la reunión mantenida por el presidente Néstor Kirchner y su homólogo norteamericano George W. Bush. Hace rato que la Argentina aprendió lo relativo de estos encuentros. Carlos Saúl Menem viajaba hasta para darse el lujo de jugar al golf en el rancho de Bush padre, pero Eduardo Duhalde se mostró refractario al relacionamiento personal. Es más, el ex presidente, hacedor de las “relaciones carnales”, se jacta todavía de haber viajado más veces que ningún otro a la meca del capitalismo, desde Agustín P. Justo a la fecha, aunque a juzgar por los resultados tampoco es digno de aplausos.
Ni tanto ni tan calvo podría pensarse como para mirar con atención al diseño globalizador de la geopolítica y de los negocios internacionales. Por lo demás nadie está obligado a perder su dignidad por sentarse a dialogar mientras las muestras de cariño no resulten excesivas, tanto como para diluir el concepto de multilateralismo al que acude con frecuencia el primer magistrado. Porque el simple gesto da pie a la mar de interpretaciones, la mayoría de ellas con fuerte connotación ideológica y no pocas antojadizas. En rigor de verdad, las presiones sobre el trazado económico que se impulse desde el Gobierno no cederán, como tampoco se puede cometer la ingenuidad de que los organismos multilaterales de financiamiento externo se tornarán más comprensivos a la hora de negociar. El apriete siempre aparece como el paso posterior a la palmada en el hombro, a la recepción casi afectuosa. A Bush le gusta “ese muchacho de izquierda que hoy gobierna Brasil”, lo que aparecería como el mejor modelo para armar en esta parte del continente, pero Luiz Inácio Lula da Silva se queja de que “la lógica financiera de los organismos internacionales es tan estrecha que dentro de ella no cabe una Nación”.
Hay sí algunos presupuestos que debieran ser básicos a la hora de seguir exhibiendo un proyecto de país distinto, con una mirada diferente hacia América latina, especialmente fijada en el MERCOSUR y en su dimensión social y política. Sobre todo en la necesidad de proyectar una política seria y responsable en materia de relaciones internacionales. Los países centrales basan su estrategia hegemónica en los negocios. Apoyan a los gobiernos emergentes en tanto las corporaciones puedan extender sus brazos y no dudan en exponer sus exigencias con rigor minucioso. Francis Mer, ministro de Hacienda francés fue claro antes de dejar Buenos Aires, señalando que no había venido a buscar garantías del Gobierno, sino a reclamar “un compromiso de que se definirán las medidas tendientes a restablecer un marco de reglas transparentes y estables que permitan ampliar las posibilidades de negocios de las empresas francesas que invirtieron en el país”. Reglas que legítimamente deberán incorporar razonables y no desmedidas ganancias para esas empresas, además de sanciones para las que, como han hecho algunas hasta ahora, eludan la obligatoria inversión infraestructural. Así las relaciones bilaterales podrán ir variando sustancialmente.
Todavía resuenan en la Casa Blanca las expresiones del presidente brasileño, admitiendo que “podemos sorprender al mundo con estas relaciones, que si bien siempre han sido fuertes y por un largo perìodo, creo que es posible mejorarlas”, lo que abrió un contingente de dudas. Aunque un tanto fortuita, la secuencia de los primeros viajes al exterior del mandatario argentino no deja de ser todo un signo distintivo que sería bueno no abandonar. Primero fue Brasil, un socio estratégico por estas latitudes, luego Europa, equilibrante necesario para el imperio monocolor y finalmente Estados Unidos y su intencionalidad hegemónica. El país del Norte no cambia, como tampoco cambio el presidente Bush, sujeto histórico de la mayor bofetada que le fuera dada a la comunidad internacional en los últimos tiempos, con la invasión a Iraq.
Como se pretende que la Argentina comenzó a cambiar, parece racional y de estos tiempos la ecuación “sinceridad sin condicionamientos” que acuñó el presidente como corolario del viaje a Washington. Nada le sabe peor al poder central que la obsecuencia torpe. Por eso lo importante es el después.
Buenos Aires – 27 de julio de 2003.
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