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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, June 29, 2003
UN ACREEDOR IMPLACABLE
SIN AUTORIDAD MORAL
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Se puede hipotecar la incipiente reactivación de algunos indicadores económicos. Pero sería un suicidio político que el presidente Néstor Kirchner no parece aceptar, aunque el FMI persista. La dimensión social de la gobernabilidad, aparece como el signo distintivo del nuevo lenguaje que hablan quienes hoy asumen en esta parte del continente, un nuevo proceso democratizador. Y tiene su razón de ser en un mundo que empujado por las recetas neoliberales, luce un 80 por ciento de personas viviendo en la mayor injusticia y desigualdad, gobernado desde la ecuación dominación-dependencia que nos remonta a décadas anteriores, y cuyos instrumentos son los organismos financieros internacionales.
Cuando el director general del FMI, Horts Köhler, asegura que la Argentina “debe seguir ciertas reglas de juego en su carácter de miembro normal de la comunidad internacional”, está exigiendo no salirse de las que se imponen unilateralmente, que son las del más fuerte. Ayer fueron otras. Tres décadas atrás en esta parte de la región, se comenzaba a abonar el camino extendido de la mayor injusticia social que es posible registrar. Sin embargo, no todo es lineal y siempre es posible observar el horizonte de los pueblos. Como señalara Ricardo Petrella, de la Universidad de Lovaina, “es indispensable deslegitimar y desmitificar la actual globalización, a la que se presenta como un fenómeno inevitable, como una fatalidad inescapable, lo cual es una trampa más del pensamiento único de los neoliberales”.
Hay quienes sostienen que todavía no hemos abandonado la etapa de la transición democrática, que se presenta como la expresión política de una crisis de modernización, con su núcleo más profundo ubicado en la incertidumbre de la identidad cultural y nacional. Pero si hay algo que no debiera perderse de vista y es que toda traza económica responde siempre a factores de poder determinados y se desencadena desde el vértice a la base como si se deslizara en una pirámide. Por algo hace años Michel Candessus, antecesor de Khöler, decía que “los modelos económicos no son eternos, hay momentos en que sirven y otros en que con la evolución del mundo pasan de moda y deben abandonarse”.
Reconstruir la cultura que nos lleva a nuestra identidad nacional es prioritario, porque de lo contrario no hay posibilidades de confrontar seriamente con organismos internacionales que tienen políticas y estrategias orientadas a esos modelos económicos y sociales ajustados a sus intereses. Aunque el “rostro humano” que intentó mostrar el FMI aparece diluido en el pragmatismo de los objetivos internacionales, con las cartas sobre la mesa, como ocurrió hace pocas horas, parece descubrirse –a buena hora- que la democracia no se consolida con las orientaciones que nos impusieron y aceptamos. Es más, como se observa en la región andina, con particular atención en Perú y Ecuador, terminan siendo desestabilizadoras, porque pensar en la caída estrepitosa del modelo podría ser tan erróneo como las recurrentes especulaciones acerca de la desaparición del capitalismo.
Un país serio no debe aceptar ser sometido. El primer magistrado fue gráfico al sostener que el FMI prohijó en el país “un proceso de concentración, marginación social y poca transparencia desde el poder”. Fue una sincera caracterización del acreedor impiadoso y sin autoridad moral, con la mirada puesta en otro país, en el que la paz social sea fruto de la justicia. Porque como dijo el titular de Caritas, monseñor Jorge Casaretto, “la inequidad es la mayor amenaza para la paz”.
Buenos Aires – 29 de junio de 2003
acarazo@fibertel.com.ar
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