Alfredo Carazo - Periodista

Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial





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Sunday, June 08, 2003

 
VOLVER A DISCUTIR POLÍTICAMENTE
ES REVITALIZAR LA DEMOCRACIA

Por ALFREDO JORGE CARAZO


El que la Argentina esté “del subsuelo para abajo”, como dice el presidente Néstor Kirchner, no sólo remite a Arturo Jauretche. Hay carencias que tienen que ver con los hombres, y más precisamente con los dirigentes políticos y sociales, un capital humano imposible de soslayar cuando se trata de conducir los destinos del país. Todo convoca a armonizar los poderes del Estado para ponerlos en la línea del cambio. Quizás como nunca ahora tiene vigencia la sentencia, simple pero compleja a la vez, de Juan Domingo Perón, en el sentido de que “gobernar es hacer la felicidad del pueblo”.
Podrá decirse que las urgencias son otras y tienen que ver más con lo social, como si se pudieran desgajar de lo político. Sin embargo hay que empezar a entender que es un todo inescindible y que lo uno sin lo otro no tiene arreglo. En este mundo globalizado, hace más de una década los países advirtieron estar sentados sobre “una bomba social”, pero geopolíticamente hubo quienes prefirieron hablar el lenguaje de la guerra antes que comprometerse con la paz de la justicia social. Le dieron la espalda al desarrollo de los pueblos y hoy, como lo acaba de verificar la Organización Internacional del Trabajo, 3.000 millones de personas –nada menos que la mitad de la población mundial- vive en la pobreza. Transitar el camino inverso exige decisiones políticas en esa dirección.
No es un juego atemperar los efectos devastadores de la miseria y la indigencia, sin caer en el más puro voluntarismo, en el populismo superficial o en ejercicios discursivos. Hace falta convicciones, ideas claras, compromiso con la gente, responsabilidad de cara a la carga asumida y hasta cierta dosis de trasgresión para encarar los retos impostergables mirando al bosque. Dos décadas de manejos erráticos, espurios o simplemente de enajenación de lo nuestro dejan su secuela de injusticia, que la política debe reparar. Y lo debe hacer asumiendo como políticas de Estado las transformaciones capaces de promover un nuevo modelo de país, más justo y solidario. Eso incluye también los inevitables errores que conlleva el hacer, siempre que se tenga capacidad suficiente para rectificar.
Nadie pide imposibles. Sólo que hay presupuestos básicos que inexplicablemente no fueron encarados desde el mismo momento en que recuperamos la democracia dejando atrás la dictadura militar. Y eso se paga más temprano que tarde. Si hasta la política de derechos humanos está cuestionada, toda vez que las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, fueron obra de una decisión voluntaria y subjetiva, acotada por la “debilidad” y los “condicionamientos”, según explica ahora el ex presidente Raúl Alfonsín.
Es posible que por eso, la sintonía de la gente con el nuevo presidente tenga la impronta del imprevisto, de lo que parece estar sugerido y hasta demandado, pero nunca concretado hasta ahora. No hay discursos, no hay adelantos mediáticos, pero en pocos días el rostro de la gestión cambia de manera contundente. Tampoco hay reclamos por la “herencia recibida”, un clásico de todo gobernante apenas asomaba su humanidad por la casa Rosada. Se percibe también una decisión de abrir las puertas a la participación popular, un camino que deberá desandarse muy a pesar de quienes conciben la política desde un cenáculo.
Este nuevo período de la democracia formal, nacido como la extensión de una transición, está llamado a construirse con la escasa participación de los partidos políticos. Y pasará tiempo hasta que estas agrupaciones remonten el rechazo que generaron con la política menuda quienes lo conducen y que todavía algunos se resisten a abandonar. Nadie quiere refugiarse hoy en cáscaras vacías, o más cabalmente vaciadas de contenido político y hasta ideológico. Lo que en el aquí y ahora aparece en escena, es la decisión del primer magistrado orientada a ocupar todos los espacios de poder que las circunstancias le permitan. Un poder que siempre fue esquivo para sus antecesores, ya sea porque no pudieron o porque no quisieron ejercerlo adecuadamente. Algunos por incapacidad, pero otros porque les resultó más fácil dejarlo en manos ajenas, abusando del pragmatismo.
Hay que retomar la convicción de que la democracia es el poder efectivo del pueblo, si es una construcción cotidiana y colectiva y si se la concibe y aplica como la forma política del cambio social. Y esto supone volver a discutir políticamente en todos los ámbitos de una comunidad que dista mucho de ser organizada. El pensamiento político de un pueblo germina en sus semilleros naturales, en los claustros universitarios y en sus organizaciones políticas y sociales. No por nada el neoliberalismo buscó destruirlas desde siempre para atomizar la voluntad popular mayoritaria.

Buenos Aires - 8 de junio de 2003

acarazo@fibertel.com.ar


posted by Alfredo Jorge at 7:24 PM

 

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