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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, June 01, 2003
BARAJAR Y DAR DE NUEVO EN
EL CAMINO TRANSFORMADOR
Por ALFREDO JORGE CARAZO
No es nada fácil el desafío, pero tampoco imposible. De lo que se trata es de reconstruir las instituciones republicanas argentinas, además de recuperar la credibilidad. Como explicara el cardenal Jorge Bergoglio, pocas horas después de haber jurado Néstor Kirchner, “el pueblo de nuestra Nación... ha confiado nuevamente en nuestro sistema democrático a pesar de sus debilidades y carencias, y vemos como se redoblan los esfuerzos solidarios para volver a tejer una sociedad que se fractura”. Se trata de una renovada vocación de civismo, que no siempre es acompañada coherentemente por la mayoría de los actores políticos.
Al igual que la mitológica Pandora, el presidente logró cerrar la caja a tiempo sin que se escapara la Esperanza, un resultado impensable hasta no hace mucho tiempo cuando todo lo político aparecía como execrado por la mayoría de una sociedad harta por la violación de sus derechos más elementales. Es una percepción inocultable y se trata del mayor capital que el primer magistrado atesora en sus manos al iniciar su mandato, y con el que deberá avanzar para que su afirmación en el sentido de que “concluye en la Argentina una forma de hacer política y un modo de cuestionar al Estado”, para “reconciliar a la política, a las instituciones y al Gobierno con la sociedad”, sea percibida con seriedad y responsabilidad por toda la dirigencia, cualquiera sea su legitimación ideológica.
Sin protagonismo popular cualquier cambio puede lucir efímero, superficial o hasta quedar atrapado en la añeja concepción gatopardista de Giuseppe de Lampedusa, por lo que a la renovada apuesta democrática, es imprescindible sumarle la renovación de la dirigencia política. Porque no es lineal el camino del cambio y no faltarán remezones del pasado.
Como muestra están las últimas expresiones del general Ricardo Brinzone, en su despedida como comandante en jefe de la fuerza Ejército, al considerar como “inexplicada” la decisión presidencial de remover a las cúpulas militares. No es que la política estuviera alejada de los cuarteles, como dice percibirlo el militar, o estos alejados de los cuarteles. Brinzone sabe muy bien que no es así. Lo que ocurre es que el general –que lleva sobre sus espaldas las acusaciones ante la Justicia por la “Masacre de Margarita Belén”- más bien parece añorar el tiempo de los pronunciamientos militares. Por lo demás no parece haber ataque a las instituciones a las que, por el contrario se las rescata.
Nadie podía dudar que la decisión del presidente, en su condición de comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, no iba a pasar desapercibida. La consecuencia inmediata era que se erizara la piel de los últimos exponentes de una etapa de nuestra historia para nada digna de imitación. Pero resulta por demás relevante que se decante, revisando a todos los actores de la vida nacional, habida cuenta que no hay nada peor que el rechazo al cambio, porque es sinónimo de decrepitud y mediocridad. Siempre hay que recordar la antigua sentencia bíblica, aquella que enseña lo desatinado que es colocar “nuevos vinos en odres viejos”.
Es bueno además que sea el propio presidente quien aliente nuevas perspectivas, sobre todo de trabajo, acentuando que “nos faltarán muchas cosas, pero no nos falta fuerza y voluntad para construir un país con producción, con trabajo, con crecimiento y justicia social”. Conceptos a menudo reservados sólo a las campañas electorales y casi abandonados a la hora de objetivizar la cuestión social como uno de los elementos clave en el desarrollo de los pueblos. Hoy las demandas, que son muchas por cierto y postergadas en el tiempo, están acotadas en su conflictividad. Es el espacio que puede permitir proyectar un país distinto, en sintonía con las exigencias de una calidad de vida sustentable. En ese camino escarpado, aparece claramente la necesidad de convocar a todas las estructuras políticas y sociales, para encolumnarlas detrás de un proyecto nacional y popular contenedor.
Esta nueva etapa también está llamada a producir cambios importantes en el escenario latinoamericano, partiendo de la articulación política de la región, con especial énfasis en el Cono Sur. Esa es la histórica y legítima inserción de la Argentina en el mundo, la que plantea un horizonte de integración, en un destino común latinoamericano, al que hay que abordar audazmente y sin prejuicios, no sólo desde las formulaciones económicas, sino fundamentalmente desde lo político, lo social y lo cultural.
Lo Social – Buenos Aires - 1º de junio de 2003.
acarazo@fibertel.com.ar
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