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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Sunday, May 18, 2003
CONSTRUIR LA PAZ EN EL UMBRAL
DE UN NUEVO TIEMPO POLITICO
Por ALFREDO JORGE CARAZO
El ex presidente Carlos Saúl Menem no tuvo su 17 de octubre. Lo intentó, imaginando que como entonces ocurriera con el general Juan Domingo Perón, miles de argentinos saldrían a las calles de las ciudades para pedirle que no renunciara. Pero la Argentina del inicio de siglo es otra y él mismo dista mucho de la talla del estadista. Entonces, desencajado, le contó a propios y extraños su versión sobre los motivos que lo obligaban a desertar de la segunda vuelta electoral, dejándole libre el camino a Néstor Kirchner.
Ya parece una patología. Cada vez que un dirigente político se ve obligado a renunciar a sus compromisos, se victimiza. Ocurrió con Raúl Alfonsín, en el primer turno de la democracia después de la dictadura militar. Más adelante fue Fernando de la Rúa y ahora Carlos Saúl Menem, sin que sea posible dejar de mencionar a Carlos Alvarez, cuando abandonó la vicepresidencia. En todos los casos se apela a la consabida “contribución a la paz de los argentinos”, con lo cual queda la duda sobre cuál sería el aporte de no mediar la derrota en la gestión o en las urnas. Porque no otra cosa es lo que le ocurrió al renunciante ex presidente, al eludir la definición de la voluntad popular, aunque parte de su círculo áulico, bastante desgajado por cierto, intentó -para nada exitosamente- teñirlo de un “renunciamiento histórico”. Una actitud totalmente alejada y para nada comparable circunstancialmente con la de Eva Perón, una figura emblemática a la que suele aludir recurrentemente.
Habrá tiempo para explicar y explicarse este momento de la historia, que deberá conducir el presidente electo, Néstor Kirchner, para el que como le ocurre al país, nada le resultará fácil. Hoy la gente hubiera querido votar para evitar que el eje de la agenda política se desviara hacia la legitimidad de origen del nuevo mandatario. Hacia allí apuntó Carlos Menem, utilizando todos los recursos que excedieron los niveles razonables de una campaña, como el retrotraer la historia para caracterizar la contienda, como una confrontación entre un nuevo presidente “montonero” y un ex presidente “peronista” que lo combatió.
Sería imprudente suponer –tanto como imaginar su despedida sin retorno- que esta precisión sólo tiene la intención de esmerilar desde sus inicios la nueva gestión de Gobierno. Una vez más, en la superficie aparece la discusión sobre la identidad ideológica y política del peronismo como movimiento nacional y popular. De todas maneras y más allá de las urgencias periodísticas, aparece un tanto exagerada la visión de un “país en vilo y con las instituciones jaqueadas” tal como lo planteó Néstor Kirchner, frente al retardo de la casi ineludible deserción. Lo más conflictuado se situó en La Rioja, donde el menemismo le bajó el pulgar a su jefe para evitar asistir a la demolición de espacios electorales en un futuro cercano y con un escenario de dureza inusitada, presentada por el santacruceño, como de “cobardía” y “huída”.
Pero a partir de ahora se presenta otro desafío de magnitud, frente al cual no debiera haber cheques en blanco ni expectativas desmedidas. Ante la crisis de los partidos políticos, la legitimidad del nuevo Gobierno deberá tener como impronta la construcción de un nuevo tiempo político, y como vertientes fundamentales el protagonismo popular y la gestión en los negocios del Estado, para que no se agoten los tiempos.
Buenos Aires – 18 de mayo de 2003.
acarazo@fibertel.com.ar
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