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Notas de opinión sobre actualidad política y social, sobre la Argentina, América latina y la realidad mundial
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Wednesday, April 23, 2003
NIHILISMO POLÍTICO Y
NEOLIBERALISMO SE UNEN
Por ALFREDO JORGE CARAZO
Cuando las urnas estaban “guardadas” por la barbarie de la Doctrina de la Seguridad Nacional, el país tuvo que sacrificar a miles de argentinos antes de volver a tener la posibilidad de acceder al menos a una mínima propuesta de recuperación democrática. Seguramente hoy, muchos argentinos tengan que reflexionar sobre las bondades de este mecanismo electoral, hasta las mismas puertas del cuarto oscuro. En todo caso se trata de una percepción que tendría que estar más emparentada con la responsabilidad subjetiva frente a la sociedad en su conjunto, que con los resultados. Porque en general, la experiencia remite a la opción en lugar de permitir la elección, la escogencia de proyectos o programas de Gobierno que respondan a las expectativas populares. Y podemos correr el riesgo de que una gran porción de argentinos se sienta frustrado al final de la jornada. En las últimas horas fue común la alusión a la refundación de la República, aunque es necesario señalar que para nada ha quedado definido el contenido, porque además, seguramente habrá que votar dos veces en poco tiempo. Los franceses, que generalmente repiten la elección, suelen decir que en la primera vuelta votan con el corazón, dejando para la segunda la conveniencia entre dos candidatos. Esa polarización define con claridad el modelo del futuro inmediato, y también a veces lo que no se quiere. Así ocurrió en la confrontación entre el actual presidente galo, Jacques Chirac y el ultraderechista Jean Marie Le Pen. En todos lados se cuecen habas, pero lo importante es tomar conciencia de la herramienta que supone tener un las manos una boleta electoral, aunque no necesariamente cambie el curso de la historia de manera concluyente. Es bueno reiterar que nada se agota este domingo y ni siquiera el 18 de mayo. Pero bien vale la pena nominar en positivo, desechando la trampa del nihilismo que convoca a la abominación de todo lo político y que termina siendo funcional al neoliberalismo perverso. Si le hacemos trampa a la urna, es un fraude a nosotros mismos. Y siempre habrá una alternativa en el pueblo mismo.
Buenos Aires – 23 de abril de 2003
acarazo@fibertel.com.ar
posted by Alfredo Jorge at 10:22 PM
Monday, April 21, 2003
ESCRIBIENDO UNA NUEVA
PAGINA DE LA HISTORIA
Por ALFREDO JORGE CARAZO
En más de medio siglo de signar la historia de la Argentina, el peronismo registra episodios de confrontación política interna y hasta ideológica. En más de una oportunidad su propio fundador, el teniente general Juan Domingo Perón, debió poner en juego su liderazgo indiscutido para zanjar las diferencias al interior de una corriente de pensamiento que impulsó el ascenso de millones de hombres y mujeres, descreídos de la justicia social, hasta empujarlos a la construcción de un verdadero poder social.
Desde sus inicios se apeló a las ideas revolucionarias, encarando un proyecto inconcluso que es asimilado de generación en generación hasta el presente, a punto tal que en las inminentes elecciones presidenciales, los tres principales candidatos que dicen representarlo, suman en conjunto más del 50 por ciento de la intención de voto. Sin embargo, nunca como hasta ahora estuvo tan en discusión su identidad ideológica, abriendo brechas que aparecen como insalvables. A pesar de abrigar a su interior espacios de centro, de izquierda y de derecha -con sus matices- el peronismo nunca abjuró de sus postulados basados en la soberanía política del pueblo, la independencia económica y la justicia social. Sin embargo, hubo etapas recientes en las que se enrumbó maliciosamente hacia el extremo opuesto.
Más que el futuro del país, tal parece que se está dirimiendo el destino inmediato del movimiento nacional y popular en su expresión mayoritaria y en una nueva transición política fundante. Si así fuera, no debería provocar escándalo, porque alumbrar la democracia real no es cosa fácil, y las elecciones, como ocurre con los partidos políticos, son meros instrumentos y nunca el sistema en sí mismo.
A pesar de los retrocesos históricos, el movimiento gregario de antaño fue transformándose y asumió su capacidad de cambio y su voluntad de poder. Y como los pueblos no se suicidan, cabe esperar una recuperación que permita retomar aquellos principios y valores –muchos de los cuales fueron bastardeados- que abrevan en el hombre, en su dignidad, en el trabajo fecundo y ennoblecedor y en la justicia social, todos derechos humanos impostergables, que no pueden ponerse en tela de juicio. Sobre todo en instancias críticas que producen frustración y recelo no contenido. La marginalidad a la que ha sido empujado la mayoría del pueblo argentino no encuentra ningún justificativo y estalla bochornosamente en cada rincón del país. Por eso nuevamente, y quizás como nunca ahora, estén en juego los liderazgos políticos, que luego se verán, como los bíblicos odres, nuevos o viejos o si se quedan en el limbo de las indefiniciones.
No todo se acaba el 27 de abril. Habrá que seguir conjugando la fórmula científica de aproximación y error, para encontrar algo que vaya más allá de las palabras, el compromiso que busque el contrapeso social y político a la deshumanizante globalización. Hubo muchas pruebas y hasta se le dio impulso a fórmulas políticas emergentes, que terminaron esfumándose, fagocitadas en una falsa puja de poder. El peligro latente es que se reiteren los gestos del pasado, cuando Carlos Menem proponía “un programa de Gobierno hasta el 2010”, ratificando el modelo neoliberal, mientras su contraparte ensayaba una versión ligera de lo que por años se sintetizó como “la humanización del capital”. Una discusión de otros tiempos, cuando los actores sociales disponían de un poder político que fueron perdiendo, el movimiento de los trabajadores era un actor clave, ese capitalismo tenía cierto equilibrio en un mundo todavía bipolar y la concentración de la riqueza no era tan indecente y escandalosa. Hoy desde los medios de comunicación social se viene propiciando una subcultura de lo apolítico, satirizando hasta el hartazgo las limitaciones de la dirigencia. Paralelamente, se ha encaramado una concepción maniquea del presente de los países. Se martilla distinguiendo entre “países serios” y aquellos que no lo son, en abierta alusión al nuestro. Y cabría preguntarse qué es ser un país serio. Quién determina el nivel de seriedad de un país. Un país serio es Holanda en el que la droga está legalizada. Un país serio se dice que es Chile, en el que “nadie pondría en duda el resultado electoral”, pero cuyo pueblo se muestra todavía hoy dividido entre pinochetistas y demócratas. Un país serio se supone que es Estados Unidos, cuyo presidente hubo de recurrir al fraude electoral para vencer en la carrera presidencial a Al Gore.
Aunque se pretenda lo contrario, el hombre político es más importante que el económico, adorador del “becerro de oro”. Y aunque la dirigencia política con su descrédito ha hecho méritos suficientes para condenar al pueblo a la desconfianza, habrá que hurgar hasta encontrar la responsabilidad popular que el 27 de abril –y eventualmente el 18 de mayo en segunda vuelta- permita escribir los primeros trazos de una nueva página de la historia argentina.
Buenos Aires – 21 de abril de 2003.
acarazo@fibertel.com.ar
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